Monte Verità, el lugar ‘hippie’ del nudismo y el veganismo antes de que surgieran los ‘hippies’

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En los albores del siglo XX las cosas tomaban un rumbo desconocido y muy diferente a los siglos que habían precedido al ser humano. Las chispas de locura, rapidez y progreso parecían envolverlo todo. Las ciudades se habían llenado de personas que pretendían prosperar en un mundo que avanzaba muy deprisa y desconocían, en el que por primera vez la gente comenzaba a tener tiempo y dinero suficiente para poder hacer ejercicio o dedicarse al ocio. Todo aderezado de nuevos movimientos políticos que presagiaban lo que un poco más tarde sería el clima de entreguerras.

El psicoanálisis y las medidas higienistas también sirvieron para que las personas comenzaran a entender mejor que prevenir las enfermedades de la mente y el cuerpo, sanguijuelas y humores aparte, se podía conseguir si se seguía un estilo de vida adecuado. Cambiaba, en definitiva, la manera de ver el mundo y de observarnos a nosotros mismos. Y dentro de todos estos cambios entra Monte Verità, un proyecto tan loco como increíble.

El año es 1900 y el lugar las colinas sobre Ascona y el lago Maggiore, ese lago alpino entre Suiza e Italia. Un enclave espectacular, ideal para las necesidades del momento. Como cuenta Thomas Mann en La montaña mágica, era la época de los sanatorios recluidos en las montañas, donde acudían las personas aquejadas de enfermedades respiratorias como la tuberculosis. Los lugares donde se alzaban estos sanatorios debían ser geográficamente estratégicos, pues los pacientes podían mantenerse ingresados en ellos meses o incluso años. Las habitaciones solían dar a bosques, jardines o montañas, para convertir las reclusiones en lo más parecido a unas vacaciones.

Foto: Un grupo de enfermos descansan al aire libre. ( Getty/Fox Photos/Harry Shepherd)

También se habían puesto de moda, quizá proveniente de una ola de romanticismo, los balnearios en Europa. Las estaciones termales se construían en las inmediaciones o el interior de las grandes ciudades y eran lugares en los que escritores, personalidades políticas o artistas se reunían para ‘darse las aguas’ y librarse de sus problemas de nervios, en el mundo anterior a las benzodiacepinas. En la cadena pirenaica llegaron a desarrollarse hasta 31 estaciones termales. En 1912, se estimó que llegaron a existir hasta 110 en Francia. Una buena manera de huir del mundanal ruido.

En 1900, un grupo de hombres y mujeres se dirigieron a los Alpes suizos y se encontraron con la colina de Ascona, desde la cual se observaba el imponente lago Maggiore

Un híbrido de todo eso fue Monte Verità, la primera comuna hippie de la historia antes de que existiesen los propios hippies. En 1900, un grupo de hombres y mujeres se dirigieron a los Alpes suizos y se encontraron con esa colina de Ascona, desde la cual se observaba el imponente lago Maggiore. Buscaban, de alguna forma, un ideal de convivencia basado en el higienismo y las ideas bucólicas del buen salvaje, como en su día ya había hecho Thoreau. Entre ellos se encontraban Henri Oedenkoven y su pareja, Ida Hoffman. En lo alto de la colina encontraron una propiedad que parecía perfecta para cumplir sus sueños, y la adquirieron, poniéndole el onírico nombre de el monte de la verdad.

placeholder Anticuario fotografía del siglo XIX alpinista en Eismeer-Jungfraujoch en Suiza. (iStock)
Anticuario fotografía del siglo XIX alpinista en Eismeer-Jungfraujoch en Suiza. (iStock)

Entonces, la idea prosperó. Inconformistas de todas partes del mundo comenzaron a acercarse al lugar para conocerlo de primera mano y convivir con un nuevo (y aparentemente posible) modelo de vida. En un primer momento, las ideas que sustentaban la comuna eran socialistas, aunque pronto comenzaron a coexistir ideas muy diversas, donde todo se analizaba críticamente, desde el progreso al individualismo. Pronto, el feminismo y la emancipación de la mujer, el anarquismo, la comunión con la naturaleza y, especialmente, el vegetarianismo, se establecieron como otros principios fundamentales de esta comuna cooperativa, en la que todo el mundo tenía voz y podía establecer propuestas.

Una amalgama de ideas sustentaban la comuna: anarquismo, feminismo, la comunión con la naturaleza y, especialmente, el vegetarianismo

Se corrió la voz y el lugar se convirtió en una suerte de sanatorio donde acudían personalidades de todo tipo para cultivar la mente y el espíritu. Herman Hesse, Isadora Duncan, el príncipe Peter Kropotkin o Carl Jung fueron solo algunos de los famosos nombres que acudieron, con curiosidad, a conocer aquella “república de los sin techo”, como la llamó Erich Mühsam. Habían encontrado un refugio para el cuerpo y el alma, en un entorno natural, donde la rutina estaba establecida en torno a la comunión dicha naturaleza. Se practicaban los baños al sol, el deporte, el cultivo de los huertos, el baile, el psicoanálisis, el amor libre, la sobriedad o el nudismo.

De hecho, el naturismo había surgido por culpa de los higienistas, en un mundo en que se necesitaba salubridad tras los problemas de hacinamiento de la Edad Media y especialmente la Industrialización. Aboga al fin y al cabo por disfrutar de la naturaleza y actuar para conservarla mediante el ahorro energético y el uso racional de los recursos naturales. Goethe escribió aquello de “la persona real es la persona desnuda” y En el Imperio Alemán, hacia 1898, se fundó el primer ‘Freikörperkultur’ o club naturista, que heredaba muchas ideas de los higienistas y eran enemigos de la Industrialización. De hecho, el pedagogo Adolf Koch estaba convencido de que la gimnasia al desnudo podía curar a las personas explotadas por el capitalismo y fortalecer la autoconfianza del proletariado.

Herman Hesse, Isadora Duncan, el príncipe Peter Kropotkin o Carl Jung fueron solo algunos de los famosos nombres que acudieron, con curiosidad, a conocer aquella “república de los sin techo”

Era un bonito sueño, sin duda, pero como todos los sueños tenía que terminar algún día. Duró aproximadamente 20 años, hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. Las reivindicaciones de algunos de sus miembros y la aparente hipocresía de Henri e Ida, que vivían en una casa con agua y electricidad mucho más burguesa y alejada de las ideas de Monte Verità tampoco convencieron. El proyecto comenzó a mercantilizarse progresivamente (algo que obviamente no gustó a los anarquistas) y el estricto régimen de trabajo tampoco ayudó. Sus huéspedes fueron, poco a poco, abandonando la cooperativa.

Hoy en día, Monte Verità es un centro cultural y de congresos, una sombra de lo que en otro momento fue o quiso llegar a ser.

En los albores del siglo XX las cosas tomaban un rumbo desconocido y muy diferente a los siglos que habían precedido al ser humano. Las chispas de locura, rapidez y progreso parecían envolverlo todo. Las ciudades se habían llenado de personas que pretendían prosperar en un mundo que avanzaba muy deprisa y desconocían, en el que por primera vez la gente comenzaba a tener tiempo y dinero suficiente para poder hacer ejercicio o dedicarse al ocio. Todo aderezado de nuevos movimientos políticos que presagiaban lo que un poco más tarde sería el clima de entreguerras.

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