Ultreya: «Señor, enséñanos a orar»

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El pasado 10 de enero se celebró en el Salón de Rollos de la Casa San Pablo la primera Ultreya del 2024 correspondiente al mes de enero, teniendo como parroquia madrina a la Parroquia San Luis Beltrán de Sabana Perdida de la Vicaría Norte.

Una buena parte de su feligresía vino acompañada de su párroco, el Padre Jesús Antonio Pérez, y durante la Eucaristía fue acompañado por el Padre Luis Obispo, el Padre Domingo Legua y Su Excelencia Monseñor Raúl Berzosa, quien la presidió.

La bienvenida la tuvo el hermano Ángel Gomera, quien con gran calidez dijo a la audiencia, tanto presente como seguidora de la Ultreya a través del canal de YouTube del MCC, con entusiastas palabras: «Que se enciendan los colores que vienen de Jesús», e invitó a que iniciemos con buen pie para que sea un excelente año poniendo a Dios en el centro de nuestras vidas, de nuestros planes y de nuestros sueños, y que podamos ser generadores de esperanza, recordando siempre que Cristo cuenta con nosotros y nosotros con su gracia.

Introdujo con gran cariño a la exponente invitada, la Hermana Ángela Cabrera, con el tema «Enséñanos a orar», inspirado en el lema escogido por nuestra Iglesia para este nuevo año 2024, el año de la oración.

Al iniciar su ponencia, la Hermana Ángela manifestó sonriente su gratitud por poder compartir con todos los cursillistas el tema del año que vamos a trabajar en nuestra iglesia en República Dominicana.

Explicó el origen de este tema diciendo que el Papa Francisco convocó el año 2024 como año de oración, en vista de que el 2025 va a ser el gran jubileo. Escogió el Padre Nuestro para hacerlo itinerario de oración de la mano de un folletico que mostró al público, preparado para una formación en sintonía con la Iglesia Dominicana, ya que en todas las diócesis del país se está trabajando con este material para adentrarnos en lo que es la oración.

Leonor Asilis
LA AUTORA es mercadóloga y comunicadora. Reside en Santo Domingo.

La hermana inició un recorrido desde el Antiguo Testamento hasta llegar al Padre Nuestro en la historia del pueblo de Dios, haciendo hincapié en que las Sagradas Escrituras están empapadas por la vida de oración en todas sus etapas.

Al igual que hombres y mujeres a través del tiempo que conversaron con Dios, incentivó a todos a que es posible esa comunicación con Dios a través de la fe en Él.

Señaló de forma particular a los Salmos, hermosos himnos que nos van manifestando esa característica del Dios de Israel: su gran amor, cercanía y fidelidad para nosotros. «Dios escucha, tiene voz, Él puede hablar, tiene sentimientos, tiene corazón, tiene entrañas», nos decía.

La charlista de forma vehemente nos entusiasmaba a acercarnos a Dios en la oración, ya que cuando nos dirigimos a Él, nuestra oración no cae al vacío, sino directamente a su corazón, para que podamos entender su gran misericordia para nosotros.

La hermana Ángela puso su foco en los Salmos, ya que tenemos en éstos una escuela de oración. Para que se entendiera mejor este señalamiento, proclamó algunos versículos: «Escúchame, Señor, que yo te hablo», «Vuelve hacia mí tu rostro, no me escondas tu rostro», etc. Insistía en que Dios, padre de amor, tiene una voluntad de manifestarse y de darse a conocer para que se conozca su voluntad, su plan de amor para nosotros.

Decía que nosotros tenemos una realidad hermosa porque el ser humano, en su propia debilidad, no tiene condición de poder dar una respuesta a ese Dios tan inconmensurable, y que contamos con la participación del Espíritu Santo que nos asiste.

Hizo referencia a cómo desde el Antiguo Israel, la vida espiritual giraba en torno al templo: los ritos, las procesiones y un sinnúmero de actividades litúrgicas. Sin embargo, continuaba la Hermana Ángela: «Cuando nosotros hablamos de oración, estamos hablando de un don de Dios, de una gracia, y por eso no se define con exactitud».

Para ilustrar mejor el tema, mencionó algunos personajes de la Biblia que nos desmenuzan en qué consiste la oración. De Abraham, dijo que la oración tiene que ver con la escucha. Dios llama a Abraham y él escucha, pero sobre todo obedece.

Recordó que cuando el Señor llama a Abraham, le invita a salir de su pequeña tierra para darle su tierra: «Sal de tu casa», y salió, se dejó guiar por Él.

Recalcó que la persona de oración es una persona que complementa esa dimensión de la escucha con la obediencia, así tengamos que pasar por momentos de prueba, y de purificación, y que no se hace nada con escuchar sin disponerse a obedecer y a caminar con fe ciega en quien nos llama y nos ama.

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