París.- Pete Doherty, el ‘enfant terrible’ del rock de los 2000, ya no protagoniza tabloides, no duerme en la cárcel y no consume heroína. A sus 44 años, el cantante de The Libertines prefiere ‘Peter’ y se le empañan los ojos al contar que a los adictos como él, la gente que los quiere deja de reconocerlos.
“Ellos ven a otra persona y es lo más duro que tuve que oír, a alguien decirme ‘no eres la persona que creía, pensaba que te conocía’. Tu madre te dice ‘¿qué pasó con mi hijo?’. Es lo más duro de oír, al menos para mí”, dice en una entrevista con EFE en París para promocionar su documental ‘Peter Doherty- Stranger in my own skin’ (‘Extraño en mi propia piel’).
Esos son los fantasmas que aparecen su mente cuando explica el título de este documental biográfico, estrenado en 2023.
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Es también una canción de Babyshambles, la banda en la que se volcó cuando fue expulsado de The Libertines en 2004 por sus problemas con las drogas y tras haber ido incluso a la cárcel por robar en casa de su compañero de grupo, Carl Barât.
“Tenía siempre que hacer nuevos amigos, normalmente otros adictos -rememora-, para que no hubiera posibilidad de que me juzgaran, de que me dijeran que ya no era la misma persona”. “Creo que no estoy realmente listo todavía para hablar de estas cosas, quizás en diez años”, agrega.
El título del documental es más bien apuesta de la directora, la música francesa Katia De Vidas, que es también su actual pareja.
El cantante nacido en Hexham, en realidad, bromeaba con que la película se llamara ‘Not fucked forever’ (‘No jodido para siempre’). Y es que esa es la historia que la película cuenta- la de un adicto que pese a una juventud frenética de escándalos, excesos y rock and roll, logró escapar de la maldición que se llevó demasiado pronto a tantos otros ídolos de la música.
De Vidas no esconde, por ejemplo, los planos del músico inyectándose heroína o casi incendiando una habitación rociada con líquido de mechero, pero asegura a EFE en París que dejaba la cámara cuando las cosas se ponían verdaderamente mal.
Aún así, la documentalista recuerda los diez años de filmación como una aventura porque admite que eran muy ingenuos.
“Fueron diez años de nuestra vida en los que nos divertimos mucho. Yo creo que la gravedad del problema no sobrepasaba ese sentimiento de aventura, de emoción que teníamos (…) Esas escenas de drogas no quería especialmente filmarlas en el momento porque no entendía realmente la gravedad del problema. Eso llegó mucho más tarde”, apunta.
Una vida tranquila en Normandía
La vida que comparten ahora ambos, instalados en la región francesa de Normandía (noroeste), es muy diferente de aquella que acaparaba titulares cuando Doherty salía con la supermodelo Kate Moss.
“Es tranquila, de veras. Pasear a los perros, ver un poco la tele, cuidar al bebé (que tuvieron en mayo pasado). Vamos a cenar a veces… Paseas a los perros de nuevo. Y ocasionalmente vamos de gira”, explica el músico en referencia al proyecto Peter Doherty & The Puta Madres, que también incluye a De Vidas.
En sus días está también siempre presente la guitarra y escribir canciones, algo que el británico siente como un “hilo constante” en su vida. Pero más recientemente confiesa que se ha interesado mucho por la historia. “Estoy un poco atrapado ahora con todo lo que está pasando en Yemen y en Oriente Próximo y Ucrania.
Quizás un poco demasiado obsesionado con ello, realmente está haciendo que lea mucha historia”, comparte el cantante y escritor. “No es para intentar entenderlo -prosigue- o buscarle el sentido, porque creo que nunca voy a encontrarle sentido, pero estoy como hambriento de conocimiento de la historia”.
A su propio papel en la historia de la música, en la que a menudo el escándalo eclipsó su talento, no le adjudica gran valor, a pesar de haber tenido un público entregado. “Creo que puedo pensar en al menos once personas de las que sé seguro que conecté con ellas musicalmente”, bromea Doherty sin ínfulas de estrella de rock.
“No me importa nada más. La gente tiene diferentes ideas, pero yo no creo que mi vida lleve asignada ninguna gran relevancia cultural”, reflexiona.