A veces las cosas llevan tanto tiempo siendo de una manera, que dejas de fijarte y te acaban pareciendo la única posibilidad. Esto pasa también en los dispositivos tecnológicos, pese a que su diseño va cambiando de forma cíclica.
Al analizar el último móvil de gama media de Google, el Pixel 9a que acaba de lanzarse en España, he tenido más claro que nunca no solo esto, sino que siempre es posible diseñar productos de forma distinta si de verdad se tiene la voluntad de hacerlo.
En concreto, lo que más me ha llamado la atención de este móvil está en la cámara, y no tanto por sus especificaciones técnicas ni por su calidad haciendo fotos –que por cierto es bastante buena para ser un móvil de 550 euros de gama media, como te cuento en el análisis en detalle del terminal.
Lo que más me sorprende del Pixel 9a es cómo se integra su cámara trasera en el cuerpo del smartphone, que no tiene nada que ver con lo que se había convertido en norma.
El escalón de cámara: cómo ha llegado a generalizarse en los móviles
En un panorama en el que prácticamente todos los móviles son imposibles de diferenciar por fuera unos de otros, la cámara trasera seguramente sea el aspecto que más está cambiando, tanto por modas como por avances en innovación que los requieren.
En los primeros smartphones, las cámaras solían estar integradas en el cuerpo del móvil y no era común que sobresaliesen nada, sino que se ajustasen a un exterior plano o curvado, según el modelo y el fabricante.
Pero la cosa empezó a cambiar en la última década con el avance de las cámaras, que de ser algo prácticamente secundario, se convirtieron en uno de los mayores argumentos de los fabricantes para convencer a los usuarios de la compra, primero en las gamas más altas y luego también en las medias.
El creciente interés en mejorar las cámaras de los móviles fue haciendo que los sensores traseros comenzaran a ser cada vez más prominentes, sobresaliendo hasta en varios milímetros del grosor del resto del smartphone.

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El motivo de esto no es darles más protagonismo en el diseño como muchos piensan, sino la mayor necesidad de espacio de los sensores avanzadas presentes en los smartphones actuales.
El tamaño del sensor de imagen está directamente relacionado con la cantidad de luz que deja entrar a lente, lo que permite una mejor calidad general a la hora de representar el entorno y sobre todo un mejor rendimiento en condiciones en las que la luminosidad es escasa.
El tamaño de la mayoría de las cámaras de móviles es de aproximadamente 1 centímetro de ancho, por ejemplo los de 1/2.55 pulgadas, pero en los modelos de gama alta cada vez es más común ver sensores de 1/1.31 pulgadas e incluso de 1 pulgada, como la del Huawei Pura 70 y otros de los últimos años.
Más allá de esto, uno de los tipos de sensores móviles que más espacio requiere es el periscopio, una variante de telefoto que tiene un zoom superior al habitual, de 5 o 10x –como el Galaxy S23 Ultra– y que además suele ser óptico. Además son cuadrados o rectangulares, en vez de circulares.
Este tipo de lentes requieren un tamaño de hasta 1 centímetro de grosor, superior al perfil estándar de un smartphone, que normalmente oscila entre los 8 y los 9 milímetros a no ser que sean plegables, y que debe incluir elementos como la pantalla que también ocupan un cierto grosor.
Por tanto, es inevitable que la zona de la cámara tenga que sobresalir más que el resto.
Los inconvenientes del escalón de cámara
Los móviles diseñados con una cámara que sobresale varios milímetros del cuerpo siempre me han parecido que tienen varios inconvenientes importantes.
En mi caso, la mayor molestia la encuentro si colocas el terminal en una superficie horizontal, lo que hace que se tambalee y quede inestable si por ejemplo usas el móvil sobre una mesa. En algunas ocasiones he llegado a pensar que hay algo por debajo del móvil porque parece estar colgando en el aire.
Es cierto que la mayoría de personas usan fundas o carcasas protectoras que reducen esta sensación de cojeo por culpa de la cámara, pero en algunos casos es tan pronunciado que ni siquiera así se evita del todo. Y por tanto esta zona queda particularmente expuesta a golpes o arañazos.
Otro inconveniente es que los terminales con cámaras que sobresalen mucho se arriesgan más a tener un peso que no quede bien distribuido y que quede descompensado, lo que puede hacer que sea inestable en mano.
Pixel 9a demuestra que otro diseño es posible
Dado que prácticamente todas las cámaras de los móviles de los últimos años sobresalen, probar el Pixel 9a y ver una cámara que no lo hace me ha sorprendido muchísimo.
Este móvil queda completamente plano al apoyarlo en una mesa, así que no cojea si lo usas sin funda. Su cámara dual tan solo proteger su cristal con un recubrimiento con otro material, seguramente metálico, para que esté menos expuesto, pero esto lo consigue sin crear ese odiado escalón.
Aunque sigo echando de menos la personalidad que le daba la franja metálica al Pixel 8a del año pasado y modelos anteriores, con los que los móviles de Google ya eran de los más estables, me parece que solo este detalle hace que valga la pena celebrar el buen hacer de la marca estadounidense.
Ante todo, este terminal de gama media demuestra que es posible incorporar unos sensores de tamaño normal en el diseño de un smartphone actual sin necesidad de que sobresalgan. Ojalá esto se empiece a ver más a menudo.
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