- Tim Harford
- Serie “50 cosas que han hecho la economía moderna”
No siempre notamos la existencia de una infraestructura vital hasta que algo sale mal.
Eso le ocurrió a en la década de 1960 a Citibank, la división de consumo de la empresa multinacional de servicios financieros Citigroup, en sus oficinas en Londres.
Para enviar las instrucciones de pago, los empleados que trabajaban en el primer piso del edificio las insertaban en un contenedor cilíndrico que enviaban al segundo piso mediante un tubo neumático.
Los tubos neumáticos, también conocidos como tuberías de cápsulas y tubos de Lamson, son sistemas en los cuales los contenedores son propulsados a través de una red de tubos por medio de aire comprimido o por medio de vacío.
En el segundo piso, un equipo confirmaba las transacciones y enviaba sus autorizaciones nuevamente.
Un día, el departamento de pagos en el primer piso se dio cuenta de que no estaba recibiendo las autorizaciones que necesitaba. Alguien fue enviado arriba, donde el equipo de confirmación se había estado preguntando por qué todo estaba en silencio.
Resulta que el tubo neumático se había bloqueado.
Las operaciones de procesamiento de pagos de Citibank fueron debidamente restauradas con la ayuda de un deshollinador.
Confirmar grandes transacciones financieras es difícil. Es aún más difícil a través de las fronteras nacionales o internacionales.
Desde el desarrollo del telégrafo en la primera mitad del siglo XIX, el envío de instrucciones ha sido lo suficientemente rápido. Pero rápido no necesariamente significa infalible, como confirmó Frank Primrose, un corredor de lana de Filadelfiaó.
En junio de 1887, el señor Primrose envió un mensaje a su agente en Kansas sobre la compra de lana. Debido a que la compañía de telégrafos de Western Union cobraba por la palabra, el mensaje estaba codificado para ahorrar dinero.
Se suponía que debía decir “BAY ALL KINDS QUO”, que significa “He comprado medio millón de libras de lana”.
Pero en realidad decía “BUY ALL KINDS QUO”, cambiándole el significado a la primera palabra por “COMPRAR”, por lo que el agente de Kansas entendió el mensaje como una instrucción para “Por favor compre medio millón de libras de lana”.
Primrose perdió US$20.000, varios millones de dólares en dinero actual.
Y Western Union no lo compensó, porque Primrose podría haber pagado unos centavos adicionales para verificar el mensaje, pero no lo hizo.
Claramente, existía la necesidad de una forma de enviar información financiera de manera más confiable que a través de un tubo de vacío y de manera más segura que a través de un telégrafo en un código que fácilmente podía causar problemas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los bancos utilizaron máquinas télex que aprovechaban las líneas telegráficas y le permitían a los usuarios escribir un mensaje en algún lugar e imprimirlo en el otro lado del mundo.
Pero la necesidad de asegurarse de que los mensajes fueran seguros y precisos implicaba una enorme complejidad.
Los bancos contrataban a ex señaladores militares para operar sus máquinas télex y utilizaban tablas de códigos de referencias cruzadas para verificar y volver a verificar lo que se estaba enviando.
Era un tarea muy compleja.
“Uno tenía que calcular manualmente cuál era la clave de prueba de cada télex que enviaba”, recuerda uno de esos veteranos de guerra.
“Cuando recibías un télex, tenías que hacer el cálculo inverso para asegurarte de que no hubiera sido manipulado durante los ciclos de transmisión y recepción. Era increíblemente propenso a errores humanos“.
En la década de 1970, con el mundo cada vez más global, el sistema télex a duras penas podía aguantar la presión. En Europa, especialmente, la necesidad de una mejor solución, una que pudiera funcionar sin problemas a través de las fronteras, se estaba volviendo aguda.
Se establecieron comités, se desataron argumentos, pero el progreso fue glacial. Luego, un banco estadounidense comenzó a presionar a todos para que usaran su propio sistema patentado, llamado Martí.
Para Europa, eso fue “insoportable”.
Muchos bancos temían quedar amarrados a cualquier estándar que fuera propiedad de un rival.
Así que tomaron las riendas y crearon una nueva organización, Swift: las siglas en inglés de Society for Worldwide Interbank Telecommunication o Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales.
Swift era una empresa privada, con sede en Bruselas y dirigida como una empresa cooperativa global, inicialmente entre 270 bancos en 15 países. El primer mensaje de Swift fue enviado por el Príncipe Alberto de Bélgica el 9 de mayo de 1977.
El sistema Martí se cerró el mismo año.
Swift proporcionaba un servicio de mensajería, utilizando un formato estandarizado que minimizó los errores y simplificó drásticamente los procedimientos.
La empresa informática Burroughs instaló las computadoras y conexiones de Swift en Montreal, Nueva York y 13 centros bancarios europeos, para que los bancos de cada nación se conectaran a esos centros centrales.
El hardware y software subyacente continúa cambiando, transmitiendo y almacenando millones de instrucciones bancarias transfronterizas altamente sensibles: 7.800 millones el año pasado.
Más importante que cualquier tecnología en particular es la estructura cooperativa de la institución, a través de la cual más de 9.000 bancos miembros e instituciones financieras actualmente acuerdan estándares y resuelven desacuerdos.
Se han producido ataques informáticos, interrupciones y otros problemas, a menudo como resultado de debilidades en los sistemas de bancos de países más pequeños o más pobres.
Sin embargo, siguen siendo lo suficientemente raros como para que Swift siga siendo indispensable.
La organización misma preferiría mantenerse fuera del radar, una parte humilde de la maquinaria financiera, que opera desde una oficina junto a un lago en la tranquila ciudad de La Hulpe, cerca de Bruselas.
Pero habiendo resuelto en gran medida un problema, Swift puede haber creado otro.
Tiene que ver con ese gran gorila del que habla la expresión en inglés estadounidense para referirse a una persona u organización tan poderosa que puede actuar sin tener en cuenta los derechos de los demás o la ley.
Viene de la broma: “¿Dónde se sienta un gorila de 800 libras de peso?” [La respuesta: “En donde quiera”]
Pues resulta que Swift es tan central para la banca internacional que es una herramienta tentadora para el gorila de 800 libras de la economía mundial: el gobierno de Estados Unidos.
¿Quieres rastrear el financiamiento del “terrorismo”? Examina la base de datos Swift. ¿Quieres destruir la economía iraní? Dile a Swift que niegue el acceso a sus bancos. Después de todo, como te puede confirmar cualquier deshollinador de Londres, las chimeneas financieras pueden bloquearse.
Swift ha sido incapaz de resistirse a obedecer las órdenes directas de los Estados Unidos, incluso cuando la Unión Europea no ha estado de acuerdo.
Swift no está interesado en la geopolítica, pero la geopolítica sí está interesada en Swift.
Los politólogos Henry Farrell y Abraham Newman ven la discusión sobre Swift como un ejemplo de lo que llaman “interdependencia armada”: los grandes actores de la economía global usando su influencia sobre las cadenas de suministro, los acuerdos financieros y las redes de comunicaciones para vigilar y castigar.
Sin embargo, esta no es una táctica completamente moderna.
En 1907, después de que una grave crisis bancaria sacudió a Estados Unidos y dejó el sistema financiero británico en gran parte intacto, los estrategas británicos tomaron nota.
Reino Unido estaba perdiendo terreno como economía manufacturera, pero como centro financiero permanecía supremo.
La ciudad de Londres se encontraba en el centro de una red de bancos, líneas telegráficas y el más profundo mercado de seguros del mundo. El plan era que en caso de guerra, los bancos alemanes podrían ser rápidamente aplastados con un ataque financiero.
Sobra decir que el plan no funcionó.
Pero es poco probable que ese paralelo histórico le sirva de lección a Estados Unidos. Mantendrá un firme control sobre los puntos de presión de la economía internacional, incluido el sistema de mensajería Swift.
Irónico cuando recuerdas que la organización nació porque los europeos no se aguantaron la actitud agresiva de los estadounidenses.
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