En la actualidad estamos viviendo el horror de ver cómo ciudades en Turquía y Siria han sido casi instantáneamente destruidas por un terremoto con cifras de fallecidos que no dejan de aumentar cada día y las esperanzas de encontrar vida debajo de los escombros poco a poco se van desvaneciendo.
Teniendo en cuenta la ubicación tan delicada de estos países hace que, nuevamente, salte a la palestra la misma pregunta de siempre: ¿por qué no se supo predecir un terremoto de tales magnitudes?
La respuesta es difícil. La capacidad de predecir dónde y cuándo se producirá un terremoto ha puesto en jaque a la humanidad durante siglos. Para los científicos, el reto también es grande porque los terremotos han causado casi la mitad de todas las muertes por desastres naturales en las últimas casi dos décadas, según la Organización Mundial de la Salud.
En la década de 1980, los científicos especializados en terremotos (sismólogos) predijeron que un segmento de la falla de San Andrés, en California, estaba a punto de sufrir un seísmo, y analizaron muchos datos históricos para ello. Pensaron que el terremoto no se produciría hasta 1993, pero no fue así hasta 2004, cuando arrasó el centro de California sin previo aviso.
¿Se pueden predecir los terremotos? ¿Por qué es tan difícil?
La respuesta es clara y sencilla: no se pueden predecir, tristemente para todos nosotros. Con predecir, hay que matizar que nos referimos a emitir una alerta anticipada a una hora y en un lugar concretos que permita una evacuación ordenada del lugar.
Sin embargo, la mayoría de los seísmos se producen en lugares predecibles a lo largo de zonas de fallas bien conocidas, como ha sido el caso de Turquía. Y es que, este país se encuentra en una zona compleja que es muy dada a los seísmos. Básicamente, la gran frontera de Oriente Medio se encuentra rodeada por tres placas tectónicas de potencial peligro.
Y es que, para que las predicciones sean fiables se necesitan precursores, es decir, algún tipo de señal en la tierra que indique que se avecina un gran terremoto. La señal debe producirse sólo antes de que se produzcan, lógicamente. Por el momento, los sismólogos no han encontrado esos precursores, si es que existen (aunque haya aplicaciones que supuestamente los predicen).
Se ha estudiado muchas señales potenciales, que van desde el aumento de las concentraciones de gas radón, los cambios en la actividad electromagnética, las señales de un seísmo de mayor magnitud, la deformación de la superficie de la Tierra, los cambios geoquímicos en las aguas subterráneas e incluso el comportamiento inusual de los animales en los momentos previos a un gran terremoto.
Pese a todo esto, un futuro en el que la tecnología prediga con mayor exactitud la ubicación, el momento y la fuerza de un terremoto parece lejano, y las estimaciones inexactas podrían ser más perjudiciales que beneficiosas, por lo que no es un aspecto con el que se pueda jugar al libre albedrío.