Hoy se cumplen 100 años de la primera película dominicana

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Por FÉLIX MANUEL LORA

SANTO DOMINGO.- El 16 de febrero de 1923 puede considerarse como uno de los acontecimientos más importantes dentro de la antropología fílmica dominicana, pues esa fecha corresponde a la primera exhibición de una producción fílmica criolla, realizada por un equipo de dominicanos a iniciativa de Francisco Arturo Palau Pichardo (1879-1937) y el empresario Juan B. Alfonseca (1872-1934), quienes se aventuraron a plasmar, en narrativa fílmica, una de las leyendas que es parte de la identidad religiosa nacional como lo es la devoción de Nuestra Señora de La Altagracia como Protectora del pueblo dominicano.

No es de dudar que la experiencia anterior dejada por el camarógrafo Rafael Colorado D’Assoy (1867-1959) y el empresario teatral Louis Pasquale quienes vinieron de Puerto Rico para realizar un documental sobre la canónica y pontificia coronación de Nuestra Señora de La Altagracia como Protectora del pueblo dominicano, ocurrido el 15 de agosto de 1922, motivó a Palau a competir con los demás filmes importados que el público dominicano recibía en las pantallas de los cinco cines capitalinos que existían en la época.

La producción en cortometraje en cuatro actos titulada “La leyenda de Nuestra Señora de Altagracia”“La Aparición de Nuestra Señora de la Altagracia” como aparecía en los anuncios del cartel, fue estrenada en los teatros Colón e Independencia de la ciudad capital, en ese histórico viernes del 16 de febrero de 1923.

Para la elaboración del guion, del historiador Bernardo Pichardo, se tomaron las prédicas que el párroco de Higüey Gabriel Moreno del Christo realizaba sobre la leyenda de la aparición de la Virgen y que a su vez fue escrita por Juan Elías Moscoso por encargo de este mismo párroco.

Con decorados del catalán Enrique Tarazona, la película tuvo una extensa campaña publicitaria que incluyó hasta “trailers” o avances. En la misma participaron en el reparto la joven italo-venezolana Alma Zolessi, José B. Peynado Soler, Fernando Ravelo, Panchito Palau y Pedro Troncoso Sánchez, entre otros actores aficionados. (Sáez, J.L. 1982, p. 52).

La exhibición se convirtió en un importante evento social para la sociedad capitalina pues veían por primera vez un producto fílmico de confección netamente local y así fue reseñado en una crónica del Listín Diario:

“Anoche en el teatro Colón se exhibió completa la película nacional intitulada Leyenda de Nuestra Señora de Altagracia, para cuya confección se ha tratado de copiar fielmente los datos históricos de Moscoso, Deligne y otros. El Vicario General, Monseñor Luis de Mena, concedió su aprobación para que dicha película pueda ser exhibida, encontrándola conforme a la tradición y recomendable a la fe y devoción de los fieles. El teatro Colón fue invadido por una multitud ansiosa de ver proyectada en el lienzo la primera película de confección netamente nacional, en la cual toman parte jóvenes y damas de nuestra buena sociedad. Nutridos aplausos saludaron la presentación en la pantalla de los principales artistas que toman parte en dicha película, ovacionando también varias de las escenas más emocionantes, tales como la aparición fantástica de la Milagrosa Virgen, cuando la vio la doncella en sueños, extendiendo las manos para aprisionar la venerada imagen, la cual desapareció esfumándose en las sombras y otras escenas más, plenas de románticos coloridos, llenas de hermosos paisajes tropicales.

Como confección nacional la película Leyenda de Nuestra Señora de Altagracia, representa un gran esfuerzo, merecedor de ayuda y digno del encendido encomio. Su estreno anoche fue en los teatros Colón e Independencia, fue un triunfo ruidoso, que asegura definitivamente el éxito de su exhibición en toda la República.

Felicitaciones al Sr. Francisco Palau, director propietario de dicha película y a los artistas que tomaron parte en ella, los cuales desempeñaron con maestría y arte sus respectivos papeles”. (Listín Diario, 17 de febrero 1923., p.1).

La importancia de esta pieza fílmica que, físicamente ha quedado perdida y que solo se cuenta con las crónicas de la época y en otros documentos, es un paso importante para la historiografía fílmica dominicana.

No obstante, independiente de los vaivenes sociales y políticos que han fraccionado la línea de desarrollo del cine en el país, “La leyenda de Nuestra Señora de Altagracia” es un punto de partida crucial pues, si se habría continuado este impulso con la producción de un cine de ficción de manera constante e ininterrumpida, otra sería la faz histórica de la cinematografía dominicana.

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