Seguro que recuerdas la época en la que ibas a clase. Las aulas eran todas iguales, con filas de pupitres ordenados, con suerte había unas ventanas a un lado y una pizarra presidiendo la sala, escoltada por el escritorio del profesor o profesora. Ahí pasaban las horas, los días, las asignaturas, los suspensos y aprobados y las lecciones de vida.
Muchas veces se hacía tedioso, aburrido y la mente desconectaba de la lección. Aristóteles conocía esta sensación y, lejos de sentenciar a sus alumnos al mismo problema, intentaba ser un profesor diferente, tal y como lo había sido su mentor. Sus compañeros filósofos daban sus clases en las aulas, encerrados durante horas. Él era diferente, y prefería cambiar el escenario de sus lecciones al exterior.
Concretamente, como explica Muy Interesante, él y sus alumnos caminaban por los jardines y áreas comunes a las afueras de Atenas conforme daban clase. Aristóteles tenía la creencia de que el mundo solo se conoce desde la experiencia, así que sus clases solo podían ser efectivas si se impartían en el exterior, caminando. Así, a sus discípulos se les llamó los peripatéticos, un cultismo griego que significa “los que deambulan alrededor de un patio”.
Caminar activaba la mente y el cuerpo
Aristóteles afirmaba que caminar activaba la mente. Al pasear, se potenciaba la observación, evitando caer en una rutina aburrida, y sus alumnos se mantenían activos y atentos. Según cuentan los historiadores, era frecuente ver a Aristóteles rodeado de un grupo de discípulos mientras caminaban y hablaban. Ya lo decía Platón, maestro de Aristóteles: mente sana en cuerpo sano.
El objetivo de estudiar caminando era que los alumnos estuviesen despejados y activos
Y para tener un cuerpo sano y una mente sana, ¿qué mejor que estudiar mientras se camina? Aristóteles demostró que conforme sus alumnos caminaban, dejaban fluir sus ideas, su cuerpo se activaba y su mente estaba despejada. Además, el contacto con la naturaleza durante las lecciones era la combinación perfecta para filosofar.
¿Sería posible aplicar esto a las aulas hoy en día? Por infraestructuras tal vez fuese bastante complicado, no todos los centros de estudios cuentan con jardines o patios amplios. Además, los profesores se verían obligados a cambiar su método de estudio y los alumnos es posible que encontrasen una excusa para distraerse aún más. Aunque no lo sabremos con certeza si no se prueba. Como bien decía Aristóteles, “porque las cosas que tenemos que aprender antes de poder hacerlas, las aprendemos haciéndolas”.
Seguro que recuerdas la época en la que ibas a clase. Las aulas eran todas iguales, con filas de pupitres ordenados, con suerte había unas ventanas a un lado y una pizarra presidiendo la sala, escoltada por el escritorio del profesor o profesora. Ahí pasaban las horas, los días, las asignaturas, los suspensos y aprobados y las lecciones de vida.