Así conocí al cuentero mayor (OPINION)

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EL AUTOR es abogado, presidente de la Organización Latino-Americana de Asistencia Social (OLAS).

Cierto día, mi primo Maquico me llamó “muerto” de risas desde Neyba para darme “lata” y  contarme una de esas tantas travesuras que era capaz de realizar mi extinto hermano Nelson, quien, en ese mundo delirante en que vivió, dio muchos dolores de cabeza. 

Me relató Maquico para entonces, que había sorprendido a Nelson en una transacción con un vendutero de compra y venta de artefactos viejos. El móvil del negocio era la venta de la camita en la cual dormía. Antes de cerrar el “negocio” el misericordioso “empresario” le preguntaba con insistencia: Señor Nelson, y si usted me vende su cama, en que usted va a dormir?

Maquico intervino diligentemente, despachó al comprador, y  frustró la venta.

Tiempo después, en reunión familiar, reflexionábamos respecto a las cruces que en la vida tenemos que cargar. Relaté la anécdota del introito de este articulo en presencia del Reverendo Jorge Escobar, maestro e intelectual Cubano, Pastor de la Primera Iglesia Bautista en la ciudad de Kissimmee, poseedor de un proverbial sentido de humor, aprovechó la ocasión para recomendarme leer el cuento “Hierro Viejo” de la autoría del escritor cubano Don Onelio Jorge Cardoso, considerado como el Cuentista Nacional Cubano. 

 Fue así  que  conocí al afamado y popular “Cuentero Cubano” al que   desde ese mismo día, he disfrutado con saciedad, independientemente de los juicios que sobre él,  escuelas y críticos literarios señalen.

Vicente Francisco Torres, miembro  y coordinador de la Dirección Cultural  de la UNAM, señala que: Onelio Jorge Cardoso no fue un escritor pulcro ni erudito como Borges; tampoco un cuentista lacónico y perfecto como Rulfo. Fue un cuentero “de pico fino para contar cosas” como su personaje Juan Candela”.

Cual que sea la valoración literaria que se tenga de Don Onelio, veo en él reflejado uno de esos tantos cuentistas de leyendas e historias (“corridos”) que en las rondas de años de infancias nos dejaban absortos con esas fantásticas narrativas que nos transportaban a un mundo mágico, que en cada noche de luna nos divertían y entretenían.

Una fotografía que recientemente vi circular por varios medios, donde aparecen dos jóvenes, casi adolescentes, caídos en combate en la cruenta guerra que actualmente libran Rusia-Ucrania (la que aspiramos llegue pronto a su fin, por el bien de de la humanidad), me hicieron rememorar  “Hierro Viejo”, el cuento con el que Don Onelio Jorge Cardoso obtuvo en el año de 1952 el Premio Nacional de la Paz, el que si no has leído, te invito leer.

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