En muchas casas, la regleta con interruptor rojo es tan común como el microondas o la cafetera, ya que permite enchufar varios aparatos al mismo tiempo, además de que es barata y parece segura. Sin embargo, este accesorio tan cotidiano puede convertirse en algo muy peligroso.
No es una advertencia exagerada, puesto que los expertos llevan años señalando que su diseño básico y su bajo coste esconden riesgos que suelen pasar desapercibidos hasta que ya es demasiado tarde.
Las regletas de este tipo se han popularizado por una razón simple: multiplican los enchufes disponibles en un punto de la casa. El modelo con interruptor rojo es el más habitual, fácil de encontrar en cualquier tienda de electrónica, con precios que pueden rondar o incluso bajar de los diez euros.
Ese coste tan bajo transmite la sensación de que es una compra inteligente, pero lo que ahorras en el ticket lo puedes pagar en seguridad. Los materiales, el aislamiento, así como los sistemas internos no son comparables a los de modelos más avanzados, y ahí es donde empieza el problema.
En esencia, una regleta reparte la electricidad de un único enchufe entre varias tomas. Las más baratas lo hacen sin integrar protecciones frente a picos de tensión ni fusibles que corten la corriente en caso de fallo.
Además, en muchos modelos económicos, el cable es más fino y el plástico menos resistente al calor. Esto significa que si conectas aparatos de alto consumo —como un calefactor, un microondas o una plancha—, el calor generado puede deformar el material, fundir el cableado y provocar un incendio.
Las regletas con interruptor rojo son peligrosas
Es importante mencionar que el botón rojo que pulsas para apagar la regleta no siempre interrumpe por completo el paso de electricidad. En muchos casos, simplemente corta la alimentación de las tomas, pero no desconecta del todo la corriente, dejando un pequeño flujo que puede acumular calor o acarrear descargas.
El riesgo es mayor en modelos de baja calidad, donde los componentes internos son imprecisos o están mal ensamblados. Por ello, creer que al bajar el interruptor eliminas cualquier peligro es un error, la electricidad residual existe y, combinada con humedad o una sobrecarga, puede derivar en un cortocircuito.
Cabe señalar que el sobrecalentamiento, los chispazos y el derretimiento del cable son escenarios reales. Se han documentado incendios domésticos que empezaron en una regleta antigua que llevaba años en uso, sobre todo en viviendas sin disyuntores modernos que puedan cortar la corriente a tiempo.
Señales de que tu regleta es peligrosa
Hay pistas claras para saber si una regleta debería ir directa a la basura. Por ejemplo, si el plástico ha pasado de blanco a un tono amarillento, presenta grietas o zonas deformadas, esto es señal de que el calor ya ha hecho mella en el material.
Si no lleva el marcado CE auténtico —o luce uno sospechosamente borroso o con tipografía incorrecta—, probablemente no cumple los estándares mínimos de seguridad. Otro aviso claro es que se caliente al tacto incluso cuando solo alimenta aparatos de bajo consumo, como un cargador de móvil o una lámpara.
Del mismo modo, si al enchufar o desenchufar escuchas un chasquido o ves pequeñas chispas, el riesgo de cortocircuito es real.
La antigüedad también cuenta, tras más de cinco años de uso, los contactos metálicos pueden aflojarse, el aislamiento interno degradarse y la capacidad para disipar el calor disminuir, lo que aumenta la probabilidad de fallo y, por ende, de accidentes.
Qué recomiendan los expertos
Si tienes en casa una regleta antigua o barata, la recomendación es clara: sustitúyela por un modelo con protección contra sobretensiones, fusibles internos, materiales ignífugos y, si es posible, desconexión automática o temporizador.
También existen opciones con puertos USB que incorporan circuitos de carga segura. Compra siempre en tiendas de confianza y verifica que las certificaciones sean auténticas, y nunca enchufes electrodomésticos de alto consumo a una regleta, lo más seguro es conectarlos directamente a la toma de pared.
La próxima vez que pulses el interruptor rojo, recuerda que no siempre apaga el peligro. Una regleta barata puede parecer una aliada para tu bolsillo, pero si está envejecida o mal fabricada, se convierte en un riesgo que no merece la pena correr.
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