En otros tiempos los artistas se ofendían cuando un periodista publicaba alguna información alusiva a su vida personal o una noticia escandalosa.
Consideraban, y eran los alegatos, que ello dañaba su imagen y carrera, por lo que hubo casos que se dilucidaron en los tribunales.
Hoy día la situación es diferente, con la impronta de las redes sociales.
Los artistas son los primeros en exponer en las redes sus conflictos y situaciones más íntimas, sin parar mientes en consecuencias.
Son ellos los que procuran que se conozcan sus escándalos.
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Persiguen con ello conseguir “views” y “likes”, y no les importa exponer a sus hijos, cónyuge, y familiares.
Cuando no tienen conflictos y situaciones reales, recurren a los llamados “experimentos sociales”, que no son más que montajes para llamar la atención.
La situación que se vivió el fin de semana pasado en la zona colonial es un reflejo de esos experimentos, tratando de demostrar un poder de convocatoria artificial y truculento, poniendo a la gente a buscar un “tesoro” escondido.
Todo ello es el reflejo de la vorágine que estamos viviendo en estos tiempos, donde hay gente seria y tradicional que se está dejando arrastrar.
Es lo que vende, según dicen, porque son los mecanismos del sistema que están de moda.
Toda esa subcultura hay quienes la defienden y hasta hacen presión para que se le premie como parte del plan para acreditarse.
Y a los que no están de acuerdo se les califica de desfasado, quedados, dinosaurios, que se quedaron atrapados en las ruedas del tiempo.
Signos de los tiempos, cambiantes, que nos ponen de frente a la inversión de valores.
