En estos días confinados por la lluvia y la tormenta tropical Melissa, el tiempo parece detenerse. Las calles vacías, el cielo gris y el sonido constante del agua cayendo sobre los techos nos invitan al recogimiento. No hay mucho que hacer: la inactividad se impone, y solo nos queda mirar hacia adentro.
Es en momentos así cuando la lectura y la escritura se convierten en salvavidas. Escribir no solo disipa el aburrimiento, sino que también nos permite crear, pensar, entendernos mejor. Leer, por su parte, nos transporta a otros mundos, nos enriquece, nos eleva.
Cuando afuera todo parece detenerse, adentro puede florecer la mente. La lluvia, con su ritmo pausado, nos recuerda que también el alma necesita detenerse a veces, tomar aire, nutrirse de ideas, de letras, de silencio.
Porque en la quietud también hay crecimiento. Y en la soledad que impone la tormenta, puede nacer una nueva claridad.




