María Sarmiento se fue a cagar y se la llevó el viento’, lo que desconocemos es a dónde llegó, puede que terminase aterrizando en ‘el quinto pino’. Pero… ¿Dónde está este famoso pino al que en nuestro día a día nombramos una y otra vez?
Los refranes, frases hechas y dichos populares nos llevan acompañando desde hace muchísimos años sin que nos paremos a pensar cuál es su origen, de dónde vienen o cosas tan simples como dónde se encuentra en realidad este pino “del que usted me habla”. Pues: ¡sorpresa! Este pino estaba en Madrid porque “todo está en Madrid” o a una distancia prudencial de la capital.
El quinto pino también existió y fue Felipe V (el primer Borbón) quien mandó que lo plantaran durante su reinado
Al igual que María Sarmiento, que fue una noble española que defendió el castillo de Toro en la Guerra de Sucesión Castellana y tomó partido por la infanta Juana ‘la Beltraneja’, el quinto pino también existió y fue Felipe V (el primer rey de la Casa de Borbón en España) quien mandó que lo plantaran durante su reinado, es decir, entre el 16 de noviembre de 1700 y su muerte en 1746.
Felipe V llevó a cabo muchas reformas durante su reinado, que estuvo dividido en dos partes, como las militares o económicas, también centralizó el poder y apostó por el desarrollo cultural. No obstante, eso no fue todo, también mandó plantar ‘el quinto pino’, y los cuatro que lo precedían.
Cinco pinos en la Castellana
Estar en ‘el quinto pino’ significa estar muy lejos, ese es el uso que le damos a esta expresión en la actualidad; pero en el pasado tenía un significado mucho más concreto, una ubicación exacta. Felipe V mandó plantar cinco pinos muy frondosos en una de las principales articulaciones de Madrid. El primero de ellos se encontraba al comienzo del Paseo del Prado, muy cerca de la actual estación de Atocha, y el último, el quinto, donde a día de hoy están los Nuevos Ministerios.
Por tanto, yendo desde el Paseo del Prado hasta los Nuevos Ministerios podíamos encontrar un total de cinco grandísimos pinos, pero el último, al principio del siglo XX, se convirtió en el más popular, precisamente por ser el menos transitado y el más alejado del centro de la ciudad.
Los enamorados siempre han necesitado un lugar en el que disfrutar de su amor sin ojos mirándolos
Y es que, los enamorados siempre, en todo momento pasado, presente y futuro, han necesitado o necesitarán un lugar en el que disfrutar de su amor sin tener decenas de ojos mirándolos, un lugar en el que poderse besar y acariciar sin testigos; pues para ello estaba el quinto pino. Este árbol, ubicado en lo que entonces eran las afueras de Madrid, era el lugar ideal para que los enamorados tuvieran sus encuentros románticos a solas.
Este pino actuó durante años casi como si fuera un muérdago, quienes quedaban allí lo hacían buscando algo de intimidad y alejarse de las miradas curiosas. Un siglo después, esta expresión (‘el quinto pino’) sigue utilizándose, pero con un significado distinto, más abstracto, para hablar de algo que se encuentra muy lejos.
Más frases hechas
Los españoles utilizamos muchas frases hechas o expresiones populares a la hora de comunicarnos y es por eso que muchas veces a los extranjeros, aun sabiendo español, les cuesta mucho entendernos. Desde que somos niños conocemos el significado de esas expresiones, pero pocas veces (o ninguna) nos hemos parado a pensar el sentido literal de lo que estamos diciendo o cuál podría ser su origen.
Algunas de las más comunes y su origen a continuación:
‘Irse de picos pardos’: a día de hoy, según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), “andar de picos pardos” es una locución verbal coloquial que significa “ir de juerga o diversión a sitios de mala nota”. No obstante, también aparece la expresión “andar alguien de picos pardos”, que significa “entregarse a cosas inútiles o torpes, por no trabajar y por andarse a la briba, pudiendo aplicarse a las útiles y provechosas”.
Pero, ¿cuál es su origen? Pues bien, irse de picos pardos quería decir salir de juerga y acabar en un prostíbulo, ya que antiguamente (se desconoce la fecha exacta, pero parece que fue en la Edad Media) las autoridades obligaban a las prostitutas a vestir un jubón (vestidura ceñida que cubría desde los hombros hasta la cintura) con cuatro picos de color pardo para poder distinguirlas del resto de mujeres.
TE PUEDE INTERESAR
Roberto Ruiz
‘Salvado por la campana’: hoy utilizamos esta expresión para referirnos a algo que hemos conseguido hacer en el último minuto, ‘por los pelos’; pero el origen de esta es muy antiguo, aunque se barajan dos posibilidades. Para la primera de ellas hay que remontarse al siglo XIX, cuando las técnicas de diagnóstico médico no estaban tan avanzadas como en la actualidad, por lo que había casos en los que las personas eran enterradas vivas por error. Para evitar esto, se implantó un sistema en el que se colocaba una cuerda con campana en el ataúd que se extendía hasta la superficie. Así, el muerto, en el caso de no estarlo, podía avisar de que estaba vivo.
La segunda teoría, está relacionada con los combates de boxeo que se llevaban a cabo en la Edad Media. Entonces, si un boxeador caía al suelo y no podía levantarse antes de que el árbitro contara hasta diez, perdía el combate; pero si el conteo coincidía con el final del asalto y sonaba la campana antes de llegar a diez, se consideraba que el boxeador había sido salvado por la campana y tenía la oportunidad de recuperarse en el próximo asalto.
TE PUEDE INTERESAR
Héctor García Barnés
‘Aburrirse como una ostra’: en este caso, la expresión no viene del animal, sino de un castigo griego, el ostracismo. En la Atenas del siglo V se instauró la ley del ostracismo, que solía ser un destierro por mala conducta de unos diez años en los que los castigados no trabajaban, ni veían a nadie, ni tenían contacto con la gente de su ciudad… Por lo que se aburrían (y mucho).
‘Costar un ojo de la cara’: en el siglo XVI los españoles y la civilización inca estaban en guerra para conquistar Perú. Uno de los militares más importantes en estas confrontaciones fue Diego de Almagro, que en una batalla recibió el impacto de una flecha en un ojo y lo perdió. Este militar expresó poco después que defender los intereses de España le había costado “un ojo de la cara”.
‘Llevar al huerto’: esta expresión tiene su origen en las líneas escritas por Fernando de Rojas en La Celestina, cuando uno de los personajes de esta obra, la Celestina, convence a la protagonista femenina, Melibea, de que se encuentre a medianoche en el huerto con su futuro amante, Calixto.