El Panteón de Roma, encargado por el primer emperador del Imperio Romano, Augusto, y terminado por el emperador Adriano hace casi 2.000 años, es una obra maestra de la arquitectura. Su perfección permite que la lluvia no moje el suelo, pese al enorme óculo de su cúpula.
El Panteón de Roma, nombre de origen griego que significa “templo de todos los dioses”, se convirtió en iglesia cristiana en el siglo VII. Es una obra aún no superada, dos milenios después: con sus 43,4 metros de diámetro, los mismos que de altura, la cúpula del Panteón es la más grande de mundo construida con hormigón no reforzado.
Una de sus curiosidades es su óculo, el agujero de nueve metros que hay en su cúpula. Pese a ser enorme, en los días de lluvia el agua apenas llega al suelo. Y cuando lo hace, nunca se forman charcos. ¿Cómo es posible?
El óculo del Panteón de Roma
A nuestros ojos modernos y prácticos, dejar un agujero de nueve metros en una cúpula, no tiene mucho sentido. Pero el óculo del Panteón de Roma cumple dos funciones tan fascinantes como opuestas.
En primer lugar, tiene una función científica: el agujero sirve para reducir el enorme peso de la cúpula. Gracias a él, 2.000 años después, sigue siendo la cúpula de hormigón sin reforzar más grande que existe.
Su segunda función es religiosa. El óculo simboliza la conexión directa entre el Cielo y la Tierra, entre los dioses y el ser humano. Una forma de representar la divinidad del templo.
Gracias al óculo, la iluminación del Panteón cambia constantemente a lo largo del día, a medida que varía la posición del Sol.
Cuando llueve, lo lógico es pensar que el suelo bajo la cúpula se tiene que empapar. Pero no es así, tal como explica Idealista Italia.
La razón es que la forma de la cúpula, y su enorme altura, generan un “efecto chimenea”: una corriente de aire que empuja el agua hacia arriba. Si la lluvia es muy intensa, descompone las gotas en otras más pequeñas. Así que, como mucho, al suelo solo llega una fina cortina de agua.
En ningún caso esa agua llega a formar charcos: las baldosas tienen agujeros que comunican directamente con el alcantarillado de la ciudad.
Es un ejemplo más del extraordinario dominio de la arquitectura de la Antigua Roma. 2.000 años después, no solo el óculo del Panteón es un prodigio. Puentes y acueductos aún se siguen utilizando, resistiendo el paso del tiempo.
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