Quién no ha tenido que lidiar con el tedio de aprenderse toda la tabla periódica de prisa y corriendo en algún momento de sus andaduras por la educación secundaria. Por lo general, sucede así: en cuanto llegas a la asignatura de Física y Química, o en cuanto ella llega a tu vida de estudiante, vas viendo de reojo que cierta disposición de elementos químicos acecha, está ahí, al final o al comienzo del libro, pero aún solo para ojearla de vez en cuando.
De repente, un examen lo cambia todo. Hay que mirar la tabla de otra manera, hay que sabérsela de arriba a abajo y de lado a lado desde todos sus lados. De memoria. Claro, luego bastan un par de meses para que ya no la recordemos.
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Incluso aquellos a los que, en este sentido, les falle menos la memoria, o aquellos cuya relación con dicha tabla se haya alargado en el tiempo, tienen una tarea pendiente con ella. Resulta que entre todas las abreviaturas de los nombres científicos de los elementos que aparecen, solo una letra no sale nunca. Esto es como buscar a Wally, pero al revés. ¿Sabes cuál es esa letra?
Una distribución minuciosa
Pongámonos en contexto antes: la Tabla Periódica de los Elementos es un arreglo sistemático de todos los elementos químicos, clasificados de acuerdo a su estructura electrónica y sus propiedades. Así, resulta un recurso esencial para el cuerpo científico en su tarea de comprender y predecir las propiedades y comportamientos de los elementos y sus compuestos.
La componen nada más y nada menos que 118 elementos, distribuidos en columnas y filas siguiendo tres grandes categorías: Metales, Metaloides y No Metales
Cada símbolo químico en ella consta de una o dos letras del alfabeto. Nada más y nada menos que 118 elementos. Todos ellos se distribuyen en columnas (denominadas “grupo” o “familia”) y filas (denominadas “periodos”) siguiendo tres grandes categorías: Metales, Metaloides y No Metales.
Así, por ejemplo, el período 1 contiene los elementos más ligeros: hidrógeno y helio. El período 2 incluye el litio, el berilio, el boro, el carbono, el nitrógeno, el oxígeno, el flúor y el neón. Los períodos que siguen agregan un electrón y un protón adicionales al núcleo de los elementos que los preceden.
Hay X, K, Y…
Los elementos ubicados en la misma columna tienen propiedades químicas similares, debido a su configuración electrónica idéntica. De esta forma, los elementos del grupo 1, los llamados metales alcalinos, tienen una sola valencia de electrones externos reactivos. Los elementos del grupo 18 (los gases nobles) tienen una configuración electrónica estable e inerte.
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Dicho todo esto… Los símbolos de los elementos de la tabla periódica suelen ser abreviaturas basadas en su nombre en inglés, latín o alemán, y esto ya te debería dar una pista. Si bien estos símbolos suelen ser letras individuales, ya te habrás fijado en que a veces se pueden usar dos letras para representar un elemento, es el caso del sodio (“Na”) o incluso del hierro (“Fe”).
Puede que a estas alturas ya le estés dando un repaso. Verás que hay H (que sola designa el Hidrógeno). También hay Y (para el Itrio), y hasta Z (Zr es la nomenclatura abreviada del Circonio)… Ahí no acaba este misterio, porque si estás pensando en otras letras curiosas como la K o la X, has de saber que también están presentes: Kr para el Kriptón y Xe para el Xenón. ¿Entonces, cuál es esa letra ausente? La única letra que no aparece en la tabla periódica de elementos es la letra “J”. Adelante, puedes comprobarlo.
Quién no ha tenido que lidiar con el tedio de aprenderse toda la tabla periódica de prisa y corriendo en algún momento de sus andaduras por la educación secundaria. Por lo general, sucede así: en cuanto llegas a la asignatura de Física y Química, o en cuanto ella llega a tu vida de estudiante, vas viendo de reojo que cierta disposición de elementos químicos acecha, está ahí, al final o al comienzo del libro, pero aún solo para ojearla de vez en cuando.
