La leyenda del buque más famoso de todos los tiempos, que conoció un final espantoso la noche del 14 de abril de 1912, ha quedado para la historia. Se lo debemos en parte a directores como James Cameron, que reinventó un poco la trágica historia real añadiendo un condimento de amor que no conoce clases; pero es que la historia del Titanic de por sí es suficientemente potente sin necesidad de añadir nada.
De sobra sabemos lo que sucedió (al chocar contra un iceberg se hundió en el Océano Atlántico Norte, de las 2240 personas a bordo, aproximadamente 1500 murieron), así como sus consecuencias (el barco tenía una capacidad para 64 botes salvavidas con una capacidad para 65 personas cada uno, pero tan sólo llevaba 20, de los que solo 16 lograron salvar a pasajeros. Desde entonces, por suerte, las cosas han cambiado mucho).
Hace unos años, la carta con la fastuosa última cena que tuvieron el gusto de disfrutar aquella noche, se pujó y vendió a un coleccionista privado
En realidad, sabemos todo acerca del Titanic. Los músicos que tocaron y que, valientemente, decidieron seguir entonando su música. El capitán que decidió quedarse. Las diferencias entre clases que marcaron el destino final de los que se encontraban a bordo. Las pequeñas historias de los pasajeros gracias a objetos materiales que siguen encontrándose todavía en el fondo del océano, pues hay algo morboso en toda esta historia sin final feliz que fascina a todo el mundo.
Pero si hay algo que hasta hace poco no sabíamos era el menú (de primera clase, por supuesto). Hace unos años, la carta con la fastuosa última cena que tuvieron el gusto de disfrutar aquella noche, se pujó y vendió a un coleccionista privado. Había sido salvada por el pasajero Abraham Lincoln Salomon, que pudo escapar en el llamado ‘barco del dinero’ o bote salvavidas primero. El menú en concreto había sido diseñado por el cocinero más famoso de la época: Auguste Escoffier.
El menú en concreto había sido diseñado por el cocinero más famoso de la época: Auguste Escoffier
El Titanic tenía tres cocinas y una increíble despensa. El chef (Pierre Rousseau, que no sobrevivió al naufragio con 49 años) contaba con la ayuda de varios y cocineros para poder servir las comidas y otros caprichos a los pasajeros. Los pasajeros de primera habían pagado cerca de ¡10.000! euros por el viaje, así que disfrutaron el menú, que quizá para nosotros puede parecer un poco… excesivo.
Aquí va:
Primer plato
Entremeses: canapés variados, incluidos canapés almirante (con mantequilla y langostinos)
Ostras gratinadas al champán
Segundo plato
Consomé Olga (con oporto y vieiras)
Crema de cebada
Tercer plato
Salmón hervido en caldo corto con salsa muselina y pepinos
Cuarto plato
Solomillos Lili (sobre rodajas de patatas hervidas, con foie de oca, alcachofas y trufa)
Pollo salteado a la lionesa (con tomate y setas)
Calabacines rellenos
Quinto plato
Pierna de cordero en salsa de menta
Patito asado con salsa de manzana
Lomo de buey asado con patatas chateau (torneadas y doradas en mantequilla)
Guisantes, zanahorias con crema, arroz hervido, patatas nuevas hervidas, patatas parmentier (salteadas en mantequilla con perejil fresco)
Sexto plato
Ponche romaine (sorbete con naranja, limón, ron y merengue).
Séptimo plato
Pichón asado con berros
Octavo plato
Espárragos fríos con vinagreta
Noveno plato
Paté de foie-gras
Apio
Décimo plato
Tarta Waldorf (bizcocho glaseado de chocolate con avellanas)
Melocotones en gelatina de Chartreuse
Eclairs (relámpagos) de chocolate y vainilla
Helado francés
La leyenda del buque más famoso de todos los tiempos, que conoció un final espantoso la noche del 14 de abril de 1912, ha quedado para la historia. Se lo debemos en parte a directores como James Cameron, que reinventó un poco la trágica historia real añadiendo un condimento de amor que no conoce clases; pero es que la historia del Titanic de por sí es suficientemente potente sin necesidad de añadir nada.