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La historia del elefante que se proyectó en la Bastilla

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Se observa en muchas películas que hablan de la ciudad del amor. En Los miserables (2012), el personaje de Gavroche, un niño de la calle, se encarama a esta particular figura, porque Victor Hugo lo precisó así cuando escribió la novela. Del mismo modo, si has visto Moulin Rouge (2001), también te habrás fijado en que los tristes amantes bailan su complicado romance encima de él. Es una figura que ninguno de nosotros, los vivos, hemos visto en París, pero que es algo más que un mito: el Elefante de la Bastilla.

Este proyecto fue ordenado por Napoleón en 1808, con la idea de regenerar urbanísticamente la ciudad y de honrar sus victorias de algún modo. Se trataría entonces de una estatua colosal de un elefante que, al más puro estilo indio, llevaría un howdah (es decir, una silla de madera con dos compartimentos) en forma de torre. En un primer momento el diseño era muy ambicioso: el elefante debía tener 24 metros de altura y podría accederse a él mediante una escalinata que se encontraba a los pies, desde donde se podría divisar la ciudad.

En un primer momento el diseño era muy ambicioso: debía tener 24 metros de altura y podría accederse a él mediante una escalinata que se encontraba a los pies

Si conocemos la historia de la Torre Eiffel sabremos de sobra que las nuevas construcciones en París no siempre se han llevado excesivamente bien. En el caso de la torre, hasta 40 artistas destacados de la época (Guy de Maupassant, Alejandro Dumas hijo, Verlaine —al que le parecía una aberración— o incluso Charles Garnier, arquitecto de la Ópera de París) firmaron una protesta contra su construcción, como “defensores de la belleza intacta de París”. Dice mucho del proceder del pueblo cuando surge algo nuevo.

En el caso del Elefante que, a diferencia de la Torre, jamás podremos disfrutar con nuestros ojos, fue encargado para Dominique Vivant (que debía comprobar la viabilidad del proyecto) y después de su contrucción debían encargarse Jean-Antoine Alavoine y Jacques Cellerier. La idea es que fuera una estatua de bronce, pero esto nunca llegó a materializarse, aunque a partir de 1910 sí comenzaron las infraestructuras, la base y el zócalo.

Una acuarela del proyecto.

Sin embargo, su realización se vio interrumpida de manera indefinida cuando Napoleón fue derrotado en 1815 en Waterloo. Eso significa que la estatua en bronce jamás vio la luz, aunque se hizo un modelo en yeso a escala uno un año antes de la caída del militar que se encontraba sobre una estructura de manera. Y, de hecho, duró más de tres décadas en pie, pues no fue destruido hasta 1846. Las dificultades económicas que atravesaba Francia debido a la cantidad de guerras en las que participó Napoleón también provocaran que el proyecto completo no pudiera ver jamás la luz.

Las dificultades económicas que atravesaba Francia debido a la cantidad de guerras en las que participó Napoleón también provocaran que el proyecto completo no pudiera ver jamás la luz

No obstante, durante esas tres décadas que el elefante duró en pie en la Plaza de la Bastilla hubo un guarda contratado específicamente para vigilar el monumento, al que incluso se le construyó una vivienda en el interior de la propia estatua. Después, la suciedad y las ratas se apodaron de ella, lo que se tradujo en las irremediables quejas de todos los vecinos. Desde los años 20 hubo quejas constantes por parte de los parisinos para que se demoliese el monumento, pero consiguió mantenerse en pie como señalábamos antes hasta 1946, cuando fue destruido. Para entonces el yeso se encontraba muy desgastado porque no había tenido ninguna clase de mantenimiento.

Hoy quedan pocos recuerdos del imponente elefante que, en otro tiempo, era un símbolo de la ciudad de París, más allá de alguna fotografía antigua.

Se observa en muchas películas que hablan de la ciudad del amor. En Los miserables (2012), el personaje de Gavroche, un niño de la calle, se encarama a esta particular figura, porque Victor Hugo lo precisó así cuando escribió la novela. Del mismo modo, si has visto Moulin Rouge (2001), también te habrás fijado en que los tristes amantes bailan su complicado romance encima de él. Es una figura que ninguno de nosotros, los vivos, hemos visto en París, pero que es algo más que un mito: el Elefante de la Bastilla.

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