En la sala de espera, la mayoría de las pacientes son también, aparentemente, del país vecino. Fuente externa.
EL NUEVO DIARIO, DAJABÓN, RD.- Los centros de salud se han convertido en un oasis para los haitianos en República Dominicana, donde pueden recibir tratamiento médico sin temor a ser deportados por las autoridades migratorias, que han aumentado las redadas tras el anuncio del Gobierno de que expulsará semanalmente a 10.000 indocumentados.
Yolanda, de 22 años, viste un jersey navideño rojo, con renos, copos y muñecos de nieve. Embarazada de ocho meses, está en un hospital dominicano cerca de la frontera con Haití para un chequeo médico. Es haitiana.
«Se escucha bien», dice la doctora, animándola, mientras realiza la ecografía. La joven sonríe por primera vez desde que entró en la consulta.
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Es su segundo embarazo, el primero lo tuvo con 18 años. Entonces acudió al mismo hospital. «Yo nací aquí, pero yo soy haitiana», dice a EFE.
En la sala de espera, la mayoría de las pacientes son también, aparentemente, del país vecino.
La doctora dominicana que la atendió, no identificada por precaución, explica a EFE que «el problema extranjero es un problema a nivel nacional» porque los hospitales públicos de todo el país, que aceptan pacientes sin seguro, «están abarrotados de extranjeros».
«Pero en la frontera es peor, al estar tan cerca, el 90 % de las pacientes que vemos aquí son extranjeras (…) Son pacientes que ya vienen sin chequeos, con muy mala alimentación, sin suplemento vitamínico, entonces las patologías que presentan son graves», lamenta.
A veces llegan graves, «pero a tiempo», celebra, lo que ha permitido que hayan disminuido drásticamente las muertes maternas, con transfusiones de sangre o traslados a UCI en hospitales con más recursos.
«Realmente lo de la migración es un problema político y los médicos estamos llamados a atender a los pacientes independientemente de raza, religión, situación migratoria, para eso estamos», recuerda.
Deportaciones diarias
En el punto fronterizo de Dajabón, todo se ve diferente. Es viernes, día de mercado, y con la apertura de las compuertas de acceso a la República Dominicana a las 8 de la mañana, cientos de haitianos acuden apresurados con cestos, carretillas y calderos para adquirir productos que escasean en su país.
El mercado binacional está vigilado por las fuerzas de seguridad dominicanas, que solo permiten pasar los controles a quienes cuentan con un permiso de trabajo. El resto se dirige principalmente al área de comestibles, donde se venden plátanos, huevos, verduras y arroz, productos que cargan y llevan al otro lado de la frontera antes de que las autoridades cierren las compuertas, puntualmente, a las 5 de la tarde (22:00 GMT).
Todos tienen prisa, incluidas las autoridades migratorias, que, a falta de cuatro minutos para las 5, llegan con una camioneta repleta de haitianos. Abren la puerta enrejada del vehículo, y comienzan a salir los deportados. “60 hombres”, dice una funcionaria, en su mayoría jóvenes.
A finales de noviembre, el presidente dominicano, Luis Abinader, afirmó que la situación «sin precedentes» de inseguridad en Haití les obligaba a continuar con su plan de deportación masiva iniciado en octubre.
De acuerdo con datos de la Dirección General de Migración, desde el 1 de octubre hasta el 9 de diciembre, la República Dominicana ha deportado a 76,000 personas, en su mayoría haitianas. Organizaciones defensoras de derechos humanos critican que estas expulsiones se realizan hacia un país sumido en la pobreza y la violencia de las bandas armadas.
Uno de los lugares que suelen elegir los servicios migratorios para capturar haitianos es la entrada de los centros de salud.
Elena, de 26 años, relata a EFE que, cuando eso ocurre, espera a que se vayan. A veces, si vigilan el lugar por la mañana, tiene que esperar hasta la tarde para acudir a consulta. «Cuando se fue, ya vine al hospital», dice en un español vacilante esta haitiana casada con un dominicano.
Está en un hospital de una localidad fronteriza para su primer chequeo por embarazo. Espera a su quinto hijo.
«Haití pasa mucha calamidad, y por eso todos los haitianos vienen pa’ca (para acá)», reflexiona.
Hospitales: un refugio frente a las deportaciones
Ante las denuncias de que algunas haitianas dan a luz en sus casas por miedo a las deportaciones, personal médico de varios hospitales consultado por EFE insiste en que nunca rechazan el ingreso de un paciente.
«No hay ningún tipo de xenofobia hacia ninguna raza, color o lengua. Aquí atendemos a todo el mundo por igual. No tenemos salas específicas; todas son comunes», afirma con determinación la directora de un hospital fronterizo, quien prefiere mantenerse en el anonimato.
Explica que los libros de registro del centro reflejan la «alta incidencia de nacionales haitianos» y remarca que nunca se rechaza a un paciente por falta de espacio. Sin embargo, lamenta que, muchas veces, las embarazadas haitianas llegan al parto sin chequeos previos, lo que representa una «caja de sorpresas».
Una enfermera de otro centro, con 29 años de experiencia, insiste en que ofrecen «servicio para todo el mundo», y de manera gratuita.
«Además de tener nuestro empleo, usted sabe que la parte humanitaria nos toca. Haití es un pueblo muy pobre, y yo no voy a negar una cita (…) a una madre, si (…) su niño tiene fiebre», explica.
«Yo no dejo que una morena, si está embarazada, se me vaya sin una vitamina. También tengo jefes que me dicen: ‘A veces dicen que no les den a alguien, que no los suplan porque hay poco, pero ustedes saben que tienen que hacerlo’. Mis hijas, una cosa dicen los grandes y otra cosa hacemos nosotros», concluye.