Mark Zuckerberg, Sam Altman, y otros multimillonarios, ya tienen su propio búnker nuclear. Quizá les salve de una muerte inmediata, pero según algunos expertos estos refugios antinucleares no sirven de nada, por diferentes razones.
En los últimos años, hay una creciente epidemia entre los multimillonarios, principalmente norteamericanos, por construirse su propio búnker. Quién más tiene, es quien más miedo teme a perderlo. Curiosamente, algunos de estos multimillonarios tienen parte de la culpa del preocupante presente y futuro en que vivimos.
Según un análisis de Associated Press, el negocio de los búnkeres nucleares generó 137 millones de dólares en 2023, y lleva varios años creciendo.
Los búnkeres nucleares no salvarán a los multimillonarios
Una tormenta perfecta ha contribuido al renovado interés por la construcción de búnkeres privados: la reciente pandemia, la creciente tensión de Occidente con Rusia y China, los extremismos, e incluso el miedo a la IA.
La cultura del búnker nuclear está muy arraigada en Estados Unidos, como se puede ver en infinidad de películas, videojuegos y series de televisión. Allí tienen un término, preppers o preparacionistas, para designar a los que se construyen uno.
La idea de ocultarse en un búnker durante años, incluso siglos, como en Fallout, parece más ciencia-ficción, que verdadera realidad.
Multimillonarios como Sam Altman y Mark Zuckerberg se han gastado millones de dólares en búnkeres privados. En Suiza aspiran a que cada ciudadano tenga un su plaza en un búnker nuclear, y el gobierno se está gastando millones de euros en modernizar los búnkeres de la Guerra Fría.
Pero tal como recoge un reportaje de Futurism, muchos expertos creen que no servirán de nada ante una guerra nuclear.
“Los búnkeres no son, de hecho, una herramienta para sobrevivir a una guerra nuclear, sino una herramienta para permitir a una población soportar psicológicamente la posibilidad de una guerra nuclear”, explica Alicia Sanders-Zakre, de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares.
Esta experta lo ve más como un truco psicológico para enfrentarse al miedo a la bomba atómica, que usa solución real: “Ni siquiera los que sobrevivan a la lluvia radiactiva, que hace llover partículas radiactivas sobre la zona circundante a la explosión, podrán escapar a sus efectos duraderos e intergeneracionales sobre la salud. Y eso sin hablar del hambre, la sed y la ruptura del orden social”.
“Incluso si un intercambio nuclear es quizás más sobrevivible de lo que mucha gente piensa, creo que las secuelas serán también más feas de lo que mucha gente piensa”, explica Sam Lair, investigador del Centro James Martin de Estudios sobre la No Proliferación. “El desgarro fundamental que supondría para nuestro modo de vida sería profundo”.
Quizá un búnker nuclear te salve la vida durante un intercambio de bombas atómicas entre Estados Unidos / Europa y Rusia / China. Pero, ¿merecerá la pena vivir en el mundo devastado que quedará después?
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