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El domingo 13 de enero de 1952, una tormenta sin precedentes en la cordillera de la Sierra Nevada, paralizó al tren de lujo City of San Francisco. Este convoy, operado por Southern Pacific Railroad y conocido por su exclusividad, quedó atrapado cerca de Yuba Pass, en el estado de California (Estados Unidos). Los 226 pasajeros que viajaban a bordo jamás imaginaron que su trayecto entre Chicago y San Francisco se convertiría en una lucha por la supervivencia.
El desastre se desencadenó cuando el tren, que ya sorteaba con dificultad las extremas condiciones climáticas, fue golpeado por una avalancha que lo dejó inmovilizado. Tom Sapunor, el experimentado ingeniero a cargo, intentó sin éxito maniobrar para avanzar o retroceder. Las ruedas se congelaron, el tren quedó cubierto bajo más de ocho metros de nieve y las esperanzas de continuar el viaje desaparecieron con rapidez. La tormenta, acompañada de vientos de más de 140 kilómetros por hora, no daba tregua.
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Jorge García González
La primera noche transcurrió con relativa calma dentro del tren. Los pasajeros, en su mayoría, buscaron entretenerse jugando a las cartas y cantando en los vagones salón. Sin embargo, las condiciones empeoraron rápidamente cuando las baterías del tren se agotaron y las temperaturas bajo cero comenzaron a hacerse insoportables en el interior. La situación, que inicialmente fue vista como una aventura, se transformó en un desafío crítico.
Tres días atrapados en un infierno helado
Durante los tres días siguientes, los pasajeros vivieron una odisea que puso a prueba su resistencia física y emocional. El sistema de calefacción falló y los tanques de agua se vaciaron, obligando a los viajeros a buscar formas desesperadas de mantener el calor. Muchos se envolvieron con cortinas arrancadas de las ventanas o utilizaron manteles de los vagones comedor como abrigos improvisados.
La falta de ventilación adecuada en los vagones agravó la situación cuando los calentadores portátiles utilizados por la tripulación comenzaron a liberar monóxido de carbono. Al menos 30 personas necesitaron ser rescatadas de sus compartimentos debido a la acumulación de gases. Mientras tanto, la comida comenzó a escasear, y aunque el personal del tren intentó mantener el ánimo de los pasajeros, el hambre y la incertidumbre pesaron cada vez más.
El rescate: el final de una aventura épica
Los esfuerzos de rescate comenzaron a organizarse desde el primer día, pero las condiciones extremas complicaron los avances. Equipos con máquinas quitanieves, voluntarios con esquíes e incluso trineos tirados por perros trabajaron contrarreloj para llegar al tren. Un médico local, transportado con ayuda de un vehículo especial para la nieve, logró evacuar a los pasajeros con problemas de salud más graves.
El miércoles 16 de enero de 1952, las condiciones climáticas mejoraron lo suficiente para completar la evacuación. Se abrió un sendero entre la nieve que conectaba al tren con la carretera más cercana, donde vehículos esperaban para trasladar a los pasajeros a un albergue cercano. Agotados y cubiertos con mantas, los viajeros descendieron por la montaña hacia el Nyack Lodge.
No hubo que lamentar pérdidas humanas entre los pasajeros, aunque sí murieron dos personas que ayudaron en el rescate
Southern Pacific Railroad organizó un tren especial para llevar a los sobrevivientes hasta San Francisco. A bordo, disfrutaron de una comida cálida tras días de penurias. Pese al cansancio extremo, los pasajeros no sufrieron pérdidas humanas, aunque el incidente dejó una marca profunda en sus vidas. Sin embargo, la tragedia se cobró la vida de dos trabajadores que participaron en las labores de rescate.