¿Qué le costó a Ana María Orozco ser Betty la Fea?

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La novela Yo soy Betty, la fea sigue siendo un fenómeno televisivo. Pocas producciones han alcanzado el éxito de la historia colombiana que conquistó al mundo a finales de los años 90 y principios de los 2000. Hoy en día, sigue siendo una de las favoritas del público, y todo apunta a que su legado perdurará.

Sus protagonistas alcanzaron la fama gracias a sus personajes, como fue el caso de Ana María Orozco, quien dio vida a Beatriz Pinzón Solano en la primera versión televisiva y, más de 20 años después, retomó el papel en la secuela lanzada por Amazon Prime. Sin embargo, para la actriz colombiana, no todo lo relacionado con Betty ha sido positivo, aunque la mayor parte de su carrera se la debe a ella.

En una entrevista con La Nación de Argentina, país donde reside, Orozco compartió detalles sobre su experiencia interpretando a Betty en una época sin Internet y lo que significó regresar al personaje en un contexto de viralidad.

-¿La más argentina de las colombianas y la más colombiana de las argentinas?

-Eso es muy bonito. He crecido mucho en todos estos años, he madurado, me he encontrado a mí misma en varios sentidos y eso se debe, en gran medida, a vivir acá.

La inmensa popularidad que le dio su protagónico en el culebrón con tintes de humor Yo soy Betty, la fea la convirtió en una figura cercana para el público local: “Cuando me reconocen, los taxistas no me quieren cobrar; me ha sucedido de ir a un restaurante y, al momento de pagar, la cuenta ya estaba abonada por los comensales de otra mesa que, además, me habían dejado una nota que decía: ‘Gracias por la alegría y el amor’”, explica aún sorprendida por la trascendencia de su nombre y de aquel personaje llamado Beatriz Pinzón Solano. “Cuando me dicen ‘sos nuestra’, me muero de amor; estoy muy agradecida”.

Su presente sigue ligado a esa criatura de ficción -Prime Video lanzó el año pasado una primera temporada original de la serie basada en la historia- pero también la actriz se desafía con otros proyectos simultáneos. Elecciones “de cámara” para desarrollar otras facetas de su paleta de colores como actriz.

En este sentido, el próximo 1° de marzo estrenará El árbol más hermoso del mundo, pieza escrita y dirigida por Francisco Lumerman, donde la actriz comparte el protagónico con Salvador del Solar, actor que recientemente formó parte de la serie Cien años de soledad y que, además, es su pareja. La temporada inicial contempla diez funciones en la sala Moscú, uno de los reservorios más interesantes del teatro independiente.

Destierro

Los griegos imponían el exilio, el abandono forzado del terruño, como el peor de los castigos. Sin embargo, en Ana María Orozco, el viaje decisivo entre Bogotá y Buenos Aires de 7011 kilómetros, tuvo resonancias muy personales y se trató de una elección consensuada. “Me vine a vivir aquí en 2004. Mi hija mayor nació en Colombia, pero llegó de bebé a la Argentina”, sostiene, mientras rápidamente hace un cálculo mental que le devuelve la certeza de las dos décadas transcurridas en el país.

-Más allá del mismo idioma compartido con Colombia, tu radicación en este país no deja de ser un destierro.

-Es así, aunque sea una decisión voluntaria. Se trató de una búsqueda personal. Por otra parte, el padre de mis hijas es argentino, así que no ha sido gratuito venir acá, tuvo sus razones. Además, siempre me ha dado curiosidad la cultura, el arte y la música de la Argentina. Siento que entre Colombia y la Argentina siempre ha habido una cierta empatía.

-Comenzando por Carlos Gardel, quien falleció en Medellín y es un prócer también en tu país natal.

-Así es. Somos muy diferentes, tenemos idiosincrasias distintas, pero también hay algo muy familiar, como una simpatía entre colombianos y argentinos; así que me fue relativamente fácil adaptarme a vivir acá, acostumbrarme a lo cotidiano. Desde ya, pasan los años, y uno nunca termina de pertenecer al lugar donde no nació.

-¿Sentís esa sensación de ser extranjera?

-Sí, o me la hacen sentir mucho. Puedo llevar 20 años aquí y nunca falta la pregunta sobre de dónde soy. Por otra parte, hay códigos que uno nunca termina de aprender de leer.

-¿Cómo cuáles?

-Las maneras, el trato, es muy diferente al de Colombia. Allá hay modos que uno puede interpretar como molestia y acá está todo bien. En Colombia somos más formales, pero me gusta esta cosa directa y frontal de los argentinos. Depende del grado de sensibilidad del día, hasta uno lo puede tomar a mal. Pero siempre me he sentido muy afortunada por vivir acá y que mis hijas hayan crecido en Buenos Aires.

-¿Por qué la decisión de mudarte a nuestro país?

-Al ser el padre de mis hijas argentino y yo sentir tanta admiración por la cultura y la educación del país, se fue dando naturalmente la decisión de radicarme aquí, aunque, en los últimos años, estuve yendo y viniendo bastante.

Además, la actriz se maravilla por la apertura ideológica de las generaciones más jóvenes: “Los veo más horizontales, diferentes a los chicos de Colombia”.

Su éxito

-Imaginamos todos los beneficios que apareja, pero ¿qué es lo más complejo de lograr un éxito como el de Betty, la fea?

-No es fácil, te puede tomar por sorpresa. Nadie está criado para saber cómo llevar la fama y el éxito. Hoy, con las redes, con el trabajo de los influencers, es como más fácil.

-No fue tu camino.

-Cuando uno no busca la fama per se, es un poquito avasallante. Durante un tiempo, algo me afecto, pero siempre tuve clara cuál es mi búsqueda artística. Es sido fiel a eso, por eso pude guardarme durante mis años de maternidad, donde estuve dedicada a mi familia. Eso me permitió salirme y volver a encarar el trabajo de otra manera. Y, desde ya, la madurez, los años, hicieron lo suyo. La fama es difícil, a veces distrae, pero nunca me terminé de hacer cargo de eso. También aprendí a no escuchar las voces de afuera, ni para bien ni para mal. He tenido una vida consecuente con lo que soy.

-A partir del suceso de tu interpretación de Beatriz Pinzón Solano, ¿has tenido temor al encasillamiento a no poder salir del personaje?

-De hecho, no he salido, lo sigo haciendo y habrá una nueva temporada de la serie. En los primeros años estuvo ese temor, pero me ha dado tanto y me ha permitido hacer otras cosas, interpretar otros personajes.

La segunda temporada de la serie se verá, probablemente, a partir del mes de agosto y es muy factible que, durante este año, se realice el rodaje de una tercera tanda de episodios.

En nuestro país, Ana María Orozco trabajó en la productora Polka y una de sus interpretaciones salientes se dio en el ciclo de unitarios Mujeres asesinas, siendo la protagonista del episodio Mara alucinada, en torno a una ama de casa incomprendida que termina cometiendo un asesinato. La actriz también fue Pilar, la madre de Lucía en el film El ratón Pérez y fue parte de la versión colombiana -rodada en Buenos Aires- de Amas de casa desesperadas. “Sé que me van a buscar para proyectos comerciales, pero también sigo con mi búsqueda artística y eso me hace sentir muy afortunada. Y, si hay prejuicios, no cargo con eso; es de los otros”.

Así como su interpretación de Betty, la fea la catapultó a la fama en todo el continente, la historia también fue probada con éxito en mercados como Rusia, India y Alemania, a cargo de talentos locales. Hasta Salma Hayek hizo su versión, titulada Ugly Betty. “Es comprensible que Betty eclipse a otros personajes que haya interpretado, pero ya no lucho con eso. Betty es un personaje maravilloso y me encanta hacerla. Volverla a interpretar es un desafío, no es la misma de antes, aquella historia se cortó, y ha sido muy bonito el reencuentro”.

-Por otra parte, todo actor quiere tener en su haber un suceso semejante.

-No esperábamos semejante éxito. Betty es un regalo.

-¿Cómo dialoga Betty con el contexto social actual?

-No hay que perder de vista que la serie es una comedia, está llevado a la sitcom. Dentro del humor, tratamos de ser respetuosos del contexto actual.

La historia original muestra a una mujer brillante intelectualmente, pero que acarrea parámetros entonces considerados cercanos a la fealdad, lo que la sumerge en algunos calvarios personales y el desamor, al menos, en un comienzo de la trama. “La historia de la fea tan hermosa ya la contamos, hay que buscar otras cosas. Hoy la mujer sigue atravesando desafíos, el tema de la edad, sus responsabilidades, las presiones sociales, pero no nos embanderamos con nada”.

Caminos encontrados

Los cruces personales y de los surcos artísticos suelen ser azarosos, impensados y, en muchos casos, germinados luego del fruto del destino. Así sucedió entre Ana María Orozco, Salvador del Solar y Francisco Lumerman. Hubo una función de teatro, una devolución afectuosa y el deseo de compartir experiencia, anhelo que se ve plasmado en El árbol más hermoso del mundo, precioso título, por cierto. “Hace varios años tuve la oportunidad de ver la obra El amor es un bien, de Francisco Lumerman, un material muy bello. A “Salva” (Salvador del Solar) y a mí nos encanta su trabajo, su sensibilidad. La cercanía con él fue gradual, pero de mucha empatía”, sostiene la actriz. Tal el vínculo que los vincula que el actor también está trabajando en un proyecto audiovisual con el director de la obra que se estrenará en marzo.

-¿En qué consistió el proceso creativo?

-En medio de viajes, idas y venidas, se fue construyendo el material. Hubo improvisaciones y la pluma de “Fran” (Francisco Lumerman), que es un dramaturgo maravilloso, terminó de redondear la historia. Después de un tiempo de esta modalidad de trabajo, nos dijo: “Ya está, tengo la obra lista” y tuvimos los primeros encuentros en Bogotá.

Una mujer extraviada en una reserva natural. El encuentro con un guardaparque. La posibilidad de mantener la experiencia en silencio. Y los secretos que comienzan a aflorar. ¿Se puede dejar todo atrás y empezar una nueva vida? ¿Cuál es el costo? El planteo existencialista del material resuena, a priori, sumamente interesante. Jean-Paul Sartre pensaba en torno a la imposibilidad del hombre de escapar de su libertad. “Se trata de dos personas que no se hubieran conocido jamás y cómo los modifica ese encuentro”.

-Ella se pierde.

-Se pierde a propósito. De ahí partimos, de la idea de perderse. Son momentos en la vida que todos tenemos. Quizás no tiene que ser algo tan grave, pero sí una incomodidad, y de pronto plantearse irse y ver qué pasa.

-”La única manera de encontrarse es perderse”, plantea una frase que acompaña al título de la obra.

-Se trata de perderse un rato, no tiene que ver con la muerte, sino en la posibilidad de encontrarse.

-Sos una actriz que se permite bucear en diversos lenguajes. De protagonizar en los sets de la televisión internacional hasta transitar el teatro de cámara, la intimidad del circuito independiente, la cercanía con el espectador.

-Agradezco lo que me ha pasado, lo que he transitado, pero siempre me interesó este tipo de teatro. Tengo mucha mística y respeto por el trabajo del actor, estos espacios me parecen muy puros, me permiten seguir explorando. La búsqueda de lo humano es algo que siempre me ha interesado. Con “Salva” compartimos esa búsqueda, la misma estética.

-¿Es sencillo trabajar en pareja?

-Para nosotros sí, nos encanta, nos complementamos. Lo admiro mucho, actúa, dirige, escribe, es un gran pensador, es enriquecedor para mí trabajar con él.

El padre de Ana María Orozco fue actor y su madre locutora. “Crecí familiarizada con el medio”. La estirpe se continúa en la hija mayor de la actriz, quien sigue la carrera de cantante y la actuación. “No la induje, pero la apoyo”. Su hija menor, de quince años, aún cursa el colegio secundario. Lucrecia y Mía, tal los nombres de las jóvenes, son fruto de su matrimonio con el músico argentino Martín Quaglia, con quien la actriz se casó en segundas nupcias.

-Aún cuando algo se conoce públicamente, has mantenido bajo siete llaves tu vida personal fruto de un perfil muy bajo.

-De subsuelo.

-Ya lo creo.

-Es que no va con mi personalidad llamar la atención con la vida privada. No tengo prejuicios, pero trato de respetar lo que soy a pesar de ser una figura pública. Soy reservada y tímida, nunca fui de exponerme, no por misterio ni por tener que esconder nada, sino porque soy así, me gusta vivir una vida normal.

-Finalmente, y volviendo al planteo de la obra que estrenarás, ¿te has perdido muchas veces?

-Es importante no tenerle miedo a eso. No pretender todo resuelto y asumir cuando no se sabe para dónde se va. Prefiero ir día a día, aunque genere incertidumbre y angustia, a tener todo resuelto y planeado. Por eso me he interesado en la búsqueda, estudiando filosofía, curioseando en la medicina china… No me puedo quedar quieta, siempre estoy leyendo algo. Uno se puede perder en cualquier momento, ¿a quién no le pasa?

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