Desde sus orígenes, OpenAI nació con vocación filantrópica y un modelo sin ánimo de lucro, pero el enorme crecimiento de la empresa —valorada en más de 300.000 millones de dólares— ha hecho saltar todas las alarmas.
La enorme inversión de Microsoft y los intentos de Altman por darle un lavado de cara a la estructura de la compañía han generado grandes tensiones internas y externas y esto ha dado pie a que se busque evitar que la ambición acabe eclipsando el beneficio de la humanidad.
Contextualizando, OpenAI nació como una startup sin ánimo de lucro en 2015, soñando con hacer accesible a nivel mundial la inteligencia artificial para evitar precisamente que caiga en manos equivocadas. Pero su brutal crecimiento, el boom de ChatGPT y esa valoración de miles de millones de dólares han hecho saltar todas las alarmas.
Microsoft se convirtió en el mayor inversor de OpenAI tras un cheque multimillonario, obteniendo así acceso preferente a sus modelos, aunque es cierto que su influencia dentro de la compañía no ha hecho más que crecer.
Desde entonces, OpenAI funciona con una estructura un tanto enrevesada y extraña: por un lado, tiene una fundación sin fines de lucro que es dueña de la empresa, pero por otro, tiene una parte que sí busca ganancias y que trabaja directamente con Microsoft. Aquí es donde la bomba parece que está a punto de estallar.
El miedo: que OpenAI se convierta en una herramienta privada
El problema viene ahora. OpenAI quiere convertirse en una corporación de beneficio público, pero que la rama sin ánimo de lucro siga teniendo la última palabra. Este equilibrio pretende impedir que algún día Microsoft —o cualquier otro socio— decida en solitario cómo, cuándo y para qué se usan los desarrollos en IA.
Sin embargo, ese plan ha encontrado la oposición precisamente de los de Redmond, que no solo busca aumentar su participación por encima del 33%, sino que exige tener más control sobre la empresa.
Con esto como base, un grupo de expertos externos, reunidos precisamente por la compañía de Sam Altman, ha dicho lo que muchos ya pensaban y es que la inteligencia artificial es demasiado importante como para dejarla solo en manos del mercado o en control exclusivo de una empresa como Microsoft.
Uno de los miembros de esta comisión, Daniel Zingale, explica que se trata de tecnología que puede afectar a todo el mundo y que debería estar bajo control de todos, no solo de los que tienen más dinero o poder. En pocas palabras, este grupo recomienda que OpenAI refuerce su parte sin fines de lucro, y que esa parte tenga más fuerza para tomar decisiones.
¿Y quién decide ahora? ¿Sam Altman o Microsoft?
Como ves, Microsoft quiere tener más control y más acceso a lo que se desarrolla dentro de OpenAI. Incluso ha propuesto cambios que le darían derechos para revisar decisiones importantes o comprar otras startups en nombre de OpenAI. Muchos temen que si eso sucede, este socio termine tomando el mando.
Pero lo que nadie sabía —y que ahora ha salido a la luz— es que Altman tiene guardada una carta secreta, una cláusula especial en el contrato con Microsoft. Esa le da el derecho de cortar el acceso de la empresa a los modelos nuevos si OpenAI declara que ha creado AGI, es decir, la Inteligencia Artificial General.
Es decir, no solo debe ser más potente que cualquier IA que existe actualmente, sino capaz de mover al menos 100.000 millones de dólares en potencial de negocio. En ese momento, el derecho preferente de Microsoft se va por completo, incluso aunque el contrato original caduca justo en 2030.
Por supuesto, y en un principio, para los de Redmond esto no les pareció un inconveniente para seguir adelante con la inversión, ya que consideraba que esto realmente era una locura muy a largo plazo. Sin embargo, Altman parece convencido de que se ha adelantado al futuro y podría ‘tirar de la cuerda’ en cualquier momento.
Con esto como base, parece que la situación es tan grave que OpenAI ha considerado la ‘opción del divorcio’: denunciar a Microsoft ante los reguladores federales por prácticas anticompetitivas y lanzar una campaña pública para presionar a la empresa y a la opinión pública.
El propio Satya Nadella, CEO de Microsoft, ha querido restar importancia a los rumores, pero la realidad es que ambas partes buscan nuevas opciones de desarrollo y ya hay movimientos para reducir la dependencia.
Sin embargo, si todo este lío sigue adelante, podría dar pie a una cruenta batalla legal y regulatoria sin precedentes en la industria, y, desde luego, poner en peligro una de las alianzas más importantes de los últimos años, con todo lo que eso supone para la innovación tanto en estas empresas como a nivel de EEUU en IA.
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Etiquetas: Inteligencia artificial, Software