Si hay algo mágico en esta vida, es la sinestesia. Algo que forma parte de nuestros sentidos, pero no todo el mundo experimenta. Se trata de una variación de la percepción humana, sin tener nada de patológico, y fue Gustav Fechner el primero en diagnosticarla en 1812. Las personas sinestésicas (insistimos, no todas) experimentan de forma automática e involuntaria la activación de una vía sensorial o cognitiva adicional en respuesta a estímulos concretos y pueden ver un color cuando escuchan un sonido o percibir un tacto cuando saborean un alimento.
Es decir, la sinestesia sería algo así como una unión de sentidos, aunque tampoco sería eso del todo, puesto que no hay mezcla y cada sentido se percibe perfectamente. Es decir, los sonidos se escuchan y los colores se ven, pero además se experimenta sinestesia, algo difícil de comprender para aquellos que no pueden imaginar qué es. Desde que Fechner lo diagnosticara se calcula que el número de personas que experimentan el efecto es increíblemente ínfimo.
La sinestesia sería algo así como una unión de sentidos, aunque tampoco sería eso del todo, puesto que no hay mezcla y cada sentido se percibe perfectamente
Porque en general, hay muchísimos tipos de sinestesia. La pronunciación de una palabra puede producir un sabor (por ejemplo, ‘nube’ sabe a caramelo), asignas un signo, letra, número o persona con un color (grafema-color, y el número 2 sería azul), o ves un color cuando escuchas una determinada nota musical (música-color). Algunas personas, incluso, pueden experimentar en su propio cuerpo lo que otras personas están sintiendo físicamente (tacto-espejo).
Aunque los orígenes del desarrollo de la sinestesia aún no se comprenden bien, una serie de estudios realizados por Nathan Witthoft y Jonathan Winawer revelan que ciertas experiencias de la infancia pueden tener un impacto duradero en cómo se desarrolla y se manifiesta la sinestesia más adelante en la vida. En su estudio de 2006, entrevistaron a una persona que lo experimentaba, la cual describió un mapeo específico de letras y números a colores. Para ella, la A era roja, el número dos verde, y el tres azul, por poner algunos ejemplos. Según parece, muchos sinestésicos ven las letras del mismo color y todos ellos suelen coincidir en que la A es roja o el uno amarillo, por poner algunos ejemplos.
Pero esa persona reveló que de niño tenía y jugaba con un juguete alfabético de Fisher Price que tenía colores similares asignados a cada letra y número. Al comparar el juguete del alfabeto con las asignaciones del participante, Witthoft y Winawer encontraron sorprendentes similitudes. Todas menos una letra tenían la misma asignación de color. Al final resultó que, la única letra que no era “correcta” era la única letra que el sinestésico había perdido cuando era niño, informa ‘Psychology Today’.
El participante reveló que de niño tenía y jugaba con un juguete alfabético de Fisher Price que tenía colores similares asignados a cada letra y número
Este resultado intrigante exigió una réplica; después de todo, los datos de un solo participante podrían ser una casualidad. Por lo tanto, Witthoft y Winawer se propusieron encontrar más sinestésicos que hubieran tenido el mismo juguete cuando eran niños, y encontraron diez participantes adicionales. Hicieron pruebas, pidiéndoles que produjeran sus mapeos de color de grafema una vez y luego nuevamente aproximadamente un mes después. Los resultados no solo fueron consistentes a lo largo del tiempo, sino que estuvieron notablemente alineados entre los participantes.
Efectivamente, A era roja para el 90% de los participantes, B era naranja para el 70% (y azul para el resto), C era amarilla para el 100% de los participantes, D era verde para el 90%, etc., al igual que con el juguete de Fisher-Price. Como señalaron Witthoft y Winawer, es muy poco probable que estos resultados sucedan por casualidad. Debe ser que la experiencia infantil de estos participantes con el juguete del alfabeto influyó de alguna manera en la forma en que se desarrolló su sinestesia.
Aunque la sinestesia puede ser genética, las asignaciones específicas de letras y números a colores están claramente influenciadas por experiencias específicas al crecer
Witthoft y Winawer se apresuran a señalar que sus resultados no implican que la sinestesia en sí sea aprendida. Después de todo, millones de niños estadounidenses jugaron con este juguete mientras crecían, y solo una pequeña fracción de ellos desarrolló algún tipo de sinestesia. Por lo tanto, aunque la predisposición a desarrollar sinestesia puede estar determinada genéticamente, la forma específica en que se manifiesta, las asignaciones específicas de letras y números a colores (o tonos musicales a colores, o fechas de calendario a ubicaciones espaciales), está claramente influenciada por experiencias específicas al crecer.
Todos tenemos algunas asociaciones similares a la sinestesia. La más famosa de todas es la que mostramos abajo. Asigna los nombres “Kiki” y “Bouba” a las dos formas siguientes, en función de lo que consideres que “pega” más.
Más del 95% de los observadores asignaría la etiqueta “Bouba” a la forma suave de la izquierda y “Kiki” a la forma afilada y dentada de la derecha. La diferencia es que estos mapeos son voluntarios y efímeros en la población típica. Los no sinestésicos no escuchan automáticamente la palabra Bouba cuando ven la forma suave. Para los sinestésicos, los mapeos perceptuales son específicos, consistentes en el tiempo y automáticos. Sin embargo, no son arbitrarios. La investigación de Witthoft y Winawer muestra que es probable que estas asignaciones se originen a partir de experiencias específicas en la primera infancia.
Si hay algo mágico en esta vida, es la sinestesia. Algo que forma parte de nuestros sentidos, pero no todo el mundo experimenta. Se trata de una variación de la percepción humana, sin tener nada de patológico, y fue Gustav Fechner el primero en diagnosticarla en 1812. Las personas sinestésicas (insistimos, no todas) experimentan de forma automática e involuntaria la activación de una vía sensorial o cognitiva adicional en respuesta a estímulos concretos y pueden ver un color cuando escuchan un sonido o percibir un tacto cuando saborean un alimento.