Soy colombiana y estas son las cosas que he tenido que normalizar en España: ahora no puedo vivir sin ellas

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Andrea, originaria de Colombia, ha adoptado nuevas costumbres y sabores desde su llegada a España, que ahora considera indispensables en su vida diaria.

Su experiencia ilustra cómo las diferencias culturales pueden enriquecer la vida de los expatriados al adaptarse a un nuevo entorno.

Cambio de paladar

Una de las primeras adaptaciones de Andrea fue su gusto por el chocolate caliente español. “Ese chocolate que antes me parecía una colada, ahora me encanta. O sea, si no es chocolate espeso, yo no quiero”, expresa Andrea, mostrando su preferencia por la versión más densa que se sirve en España, a diferencia del que consumía en su país natal.

Adaptación en el transporte

En cuanto al transporte público, Andrea ha tenido que adaptarse a las normas no escritas del metro, como el respeto al espacio en las escaleras eléctricas. “Mor el metro, espacio que me tocaba dejar al lado izquierdo de las escalas eléctricas del metro”, comenta, valorando ahora la eficiencia que esta práctica aporta a su rutina diaria.

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Comunicación directa

Otra notable adaptación ha sido su forma de comunicarse. En España, ha aprendido a ser más directa. Este cambio refleja la necesidad de ser conciso debido al ritmo de vida, a la vez que subraya la importancia de mantener la educación en las interacciones.

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Estas experiencias subrayan cómo la integración en una nueva cultura no solo implica adoptar nuevas costumbres, sino también descubrir nuevas maneras de disfrutar la vida y respetar las tradiciones propias al mismo tiempo. Andrea nos demuestra que es posible acoger una nueva cultura sin perder la esencia de los orígenes propios.