Todo aquel que visita el museo arqueológico de El Cairo queda irremediablemente impactado por la misteriosa máscara que se esconde tras una vitrina. No solo porque es la pieza más resguardada del museo (el resto echa polvo en distintas salas), sino porque su mirada silenciosa, de muerto antiguo, parece invitarnos a descubrir los misterios de un mundo que nunca conoceremos. Tutankamón, el faraón niño (por decirlo de algún modo, pues era más bien un joven), nos mira. Nosotros tragamos saliva.
Tú, que amas Tebas, que tu espíritu viva, que puedas pasar millones de años sentado con tu rostro hacia el viento del norte y los ojos contemplando la felicidad. Han pasado 101 años desde que Howard Carter hizo el descubrimiento que marcaría el resto de su vida: el hallazgo de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes. Con un “veo… cosas maravillosas” rescató al faraón niño del olvido y le alzó a la inmortalidad, destino que solo parecen merecer los héroes y los dioses. Aunque, en realidad, se le conoce más por la presunta maldición que portaba que por su vida, que fue muy corta.
Se ha hablado y teorizado mucho sobre él, y se sigue haciendo a día de hoy, pues es probablemente el faraón más famoso de todos los tiempos. Por suerte conocemos más sobre lo que fue su vida, que todavía se entremezcla con la leyenda. Repasamos las verdades y mentiras con motivo de ese siglo que ya ha pasado desde su descubrimiento.
Murió envenenado: mentira
Durante mucho tiempo se especuló con la muerte de Tutankamón, que le sobrevino con tan solo 18 o como mucho 19 años. Se creía que, quizá por intrigas palaciegas, podría haber sido envenenado (accedió al trono bajo la tutela del visir Ay, que sería también su sucesor), pero los estudios posteriores han llegado a la conclusión de que, fruto del incesto familiar, tenía una salud muy débil. Tenía un pie deforme (de hecho, se le observa sentado o con un bastón en muchas representaciones) y había contraído malaria poco antes de su repentina muerte.
Su tumba no estaba destinada para él: verdad (probablemente)
Tutankamón ha sido muy popular después de muerto, pero en vida no le dio tiempo a hacer grandes cosas. El hallazgo de su tumba, prácticamente intacta, hace suponer que o bien fue construida rápidamente debido a que su fallecimiento fue repentino, o bien estaba destinada a otra persona. Paradójicamente, al no encontrarse muy expuesta porque el joven fue rápidamente olvidado, se conservó fuera de la vista de los ladrones, y llegó prácticamente intacta a nuestros días.
Restauró el politeísmo en Egipto: verdad
Aunque Tutankamón no fue muy famoso, no se puede decir lo mismo de su padre. Akenatón es probablemente el faraón más polémico de todo el Antiguo Egipto, perteneciente al Periodo de Amarna, en el que sucedieron cosas bastante peculiares. Casado con la bella Nefertiti, Akenatón no solo fue el único faraón en 3.000 años que decidió reformar el sistema religioso, sino la primera persona de la que se tiene registros históricos en hacerlo, y lo cambió por una religión monoteísta en la que solo se permitía adorar a Atón, probablemente para centrar el poder en torno a su figura. Durante el periodo de Amarna no solo trasladó la capital, sino que también se produjeron profundos cambios sociológicos e incluso artísticos.
Akenatón no solo fue el único faraón en 3.000 años que decidió reformar el sistema religioso, sino la primera persona de la que se tiene registros históricos en hacerlo
A su muerte y con la llegada del nuevo faraón, que era muy joven por aquel entonces, se volvió al politeísmo clásico. Además, se decidió someter al díscolo Akenatón a la damnatio memoriae, lo que en parte podría explicar por qué Tutankamón y todos los miembros de su familia fueron rápidamente enterrados y olvidados, para terminar así con la dinastía que había reinado durante ese periodo de Amarna.
Su tumba estaba maldita: mentira
A estas alturas, todo el mundo conoce la historia de la maldición de Tutankamón, que ha servido para crear tantas películas ambientadas en Egipto. No hay que negar que se trató de un cúmulo de desgracias: tras la apertura de la tumba comenzaron a morir personas que habían participado en el descubrimiento. En marzo de 1923 (cuatro meses después de abrir la tumba), un mosquito picó a Lord Carnavon (que ya de por sí tenía una salud frágil) y después se cortó la picadura mientras se afeitaba, lo que le causó una septicemia. Murió, por neumonía, el 5 de abril. La leyenda cuenta que cuando falleció se produjo un apagón en el Cairo que dejó a oscuras la ciudad momentáneamente.
Aubrey Herbert, medio hermano de Lord Carnavon que también estuvo presente en la apertura de la cámara real, murió inexplicablemente al volver a Londres (también había tenido desde su juventud una salud frágil, y en los últimos años de su vida estaba prácticamente ciego). Arthur Mace, el hombre que dio el último golpe al muro para entrar en la cámara real, murió en El Cairo al poco tiempo y sin explicación médica. Sir Douglas Reid, que radiografió la momia de Tutankamón, enfermó y volvió a Suiza donde murió dos meses después. La imaginación de los periodistas de la época hizo el resto.
Los faraones jamás maldecían a aquellos que los visitaban o se ocupaban de ellos, sino que los bendecían
De cualquier manera, hay que tener en cuenta que aunque se registraron unas 25 muertes a lo largo del tiempo, un estudio mostró que de las 58 personas que estuvieron presentes cuando se abrió la tumba, solo ocho murieron en los siguientes 12 años. De hecho, Howard Carter, probablemente la figura más importante de la excavación, fue la excepción a la regla y murió en 1939 con 64 años. Él mismo se encargaba siempre de negar la supuesta maldición cuando se hablaba de ella: “Todo espíritu de comprensión inteligente se halla ausente de esas estúpidas ideas”, indicando que esas creencias no eran más que viejos cuentos de fantasmas reconvertidos, y que los faraones jamás maldecían a aquellos que los visitaban o se ocupaban de ellos, sino que los bendecían. A día de hoy, la teoría más extendida es que muchas de las muertes podrían estar relacionadas con una infección por hongos.
Se casó con su hermana: verdad
Cosas de egipcios. Los Targaryen no son la única dinastía que ha decidido utilizar el incesto para mantener la pureza de su linaje. Aunque en los 3.000 años que se extendió el Antiguo Egipto no todos los faraones se casaron con sus familiares, en el caso de la familia de Tutankamón sí fue una práctica frecuente, igual que sucedió con los posteriores ptolemaicos (Cleopatra se casó con su hermano). Tutankamón era hijo de hermanos y además se casó con su medio hermana Anjesenamón, hija de Nefertiti y Akenatón, lo que convierte a la bella Nefertiti en madrastra del faraón niño y también su suegra. Todo ya es un lío, sin meter de por medio a Semenejkara, la figura más misteriosa de todo el antiguo Egipto, que aún no se sabe a ciencia cierta quién pudo ser.
Además de todo eso, Tutankamón fue enterrado con dos fetos que probablemente corresponderían a hijos que no pudieron nacer, fruto de su matrimonio con Anjesenamón. Desgraciadamente, murió sin descendencia, poniendo fin a su dinastía. A día de hoy se sigue excavando para ver si es cierta la teoría de que la tumba de Nefertiti pudiera estar en una cámara aledaña a la suya. Como reza su epitafio: “He visto el ayer. Conozco el mañana”.
Todo aquel que visita el museo arqueológico de El Cairo queda irremediablemente impactado por la misteriosa máscara que se esconde tras una vitrina. No solo porque es la pieza más resguardada del museo (el resto echa polvo en distintas salas), sino porque su mirada silenciosa, de muerto antiguo, parece invitarnos a descubrir los misterios de un mundo que nunca conoceremos. Tutankamón, el faraón niño (por decirlo de algún modo, pues era más bien un joven), nos mira. Nosotros tragamos saliva.