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Los seres humanos nos sonrojamos como una reacción involuntaria del sistema nervioso ante una amplia gama de emociones. Este fenómeno se produce principalmente cuando experimentamos sensaciones intensas como la vergüenza, el nerviosismo, la ira o incluso la alegría. El enrojecimiento facial es causado por la dilatación de los vasos sanguíneos bajo la piel, que permite un mayor flujo de sangre hacia la superficie.
Aunque es más común asociarlo con momentos de incomodidad o timidez, también puede aparecer en situaciones de euforia o excitación, reflejando la diversidad de nuestras respuestas emocionales. Muchos pensaban que esta reacción física era exclusiva de los humanos, pero un reciente estudio científico ha revelado que los pollos también se sonrojan cuando experimentan emociones intensas, como la alegría o el miedo.
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Este fenómeno, que hasta ahora se consideraba exclusivo de los seres humanos, ha sido documentado en aves, proporcionando una nueva visión sobre la expresión emocional en el mundo animal. El estudio fue publicado en la revista Plos One, y ha puesto de manifiesto que el rubor facial podría tener un origen filogenético más amplio en el reino animal.
El sonrojo, una respuesta emocional
El equipo de investigadores, liderado por Aline Bertin, de la Universidad de Tours, en Francia, ha observado a 17 gallinas de dos razas distintas en una granja comercial francesa. Durante un periodo de cuatro semanas, los científicos filmaron el comportamiento cotidiano de las aves y su respuesta a diferentes estímulos. Los resultados mostraron que los pollos presentan un leve rubor en sus mejillas y lóbulos de las orejas cuando están excitados, por ejemplo, al anticipar una recompensa como gusanos de la harina. En situaciones de estrés, como ser capturados por humanos, el rubor era mucho más intenso.
Este enrojecimiento de la piel es comparable al rubor que experimentan los humanos ante emociones como la vergüenza o la alegría. “Aunque las emociones de un pollo no son directamente comparables a las que experimentan los humanos, hemos demostrado que también se sonrojan en cuestión de segundos durante emociones fuertes”, explicó Bertin. Para verificar que este cambio en la coloración no estaba relacionado con la temperatura corporal, los científicos utilizaron termografía infrarroja, confirmando que los cambios de color respondían exclusivamente a factores emocionales.
El sonrojo es una respuesta involuntaria del cuerpo que refleja emociones intensas
Además, los investigadores destacaron que cada gallina presentaba diferencias individuales en sus reacciones. Mientras que algunas mostraban una mayor sensibilidad ante estímulos mínimos, otras reaccionaban de manera mucho más calmada. Estas diferencias abren la puerta a futuras investigaciones sobre las personalidades de los animales y su vínculo con las interacciones sociales dentro de los grupos de gallinas.
Implicaciones para el bienestar animal
Este hallazgo no solo desafía la creencia de que el rubor es una característica exclusivamente humana, sino que también tiene importantes implicaciones para el bienestar animal. Al identificar estas sutiles manifestaciones emocionales, los expertos podrían desarrollar mejores estrategias para evaluar y mejorar las condiciones de vida de las aves en ambientes controlados, como granjas comerciales.
