Vendajes, manchas de sangre sobre la ropa, lágrimas, rostros llenos de angustia y llamados de auxilio en solicitud de camillas para ingresar a los heridos fue el panorama que se observó en la mañana de este miércoles en la Emergencia del Hospital Traumatológico Darío Contreras, en Santo Domingo Este.
Los pacientes llegaban en ambulancias del sistema 9-1-1 y en vehículos propios, ya fuesen de dos o de cuatro ruedas.
Unas 15 personas esperaban ser atendidas en el interior de la sala de espera y más de 25 se encontraban fuera esperando respuesta de la condición de su familiar o ser querido. El flujo de personas era constante.
“Hace una hora era que esto estaba lleno”, confesó un agente de seguridad a Diario Libre.
Con semblante de preocupación, José, quien brindaba soporte moral a unos amigos cercanos, esperaba buenas nuevas próximo a la puerta del centro sanitario. De acuerdo con su relato, el hijo de su relacionada, de apenas 22 años, se accidentó a la 1:10 de la madrugada en el sector Los Frailes.
“Esa pierna está rota, rota”, aseguró.
El jovencito andaba acompañado por un primo, quien también deberá ser operado de una pierna. La indignación de la familia es porque el conductor del vehículo que habría provocado el choque solo sufrió unos leves rasguños.
Justo al lado, una abuela lloraba porque su nieto resultó con las dos piernas rotas. La señora solo pudo articular pocas palabras y dijo que el joven “conducía una guagüita” pasada la 1:30 de la madrugada.
En el caso de Francisca, una serie de eventos fue escalando en gravedad. La joven se encontraba divirtiéndose con su pareja en Brisas del Este y, tras el lanzamiento de una bomba lacrimógena, su novio se cayó, haciéndose una herida entre el labio y la barbilla.
Cuando se trasladaban al Darío Contreras para buscar asistencia, la madre y la hermana de Francisca, que iban a acompañarla en un motor, tuvieron un accidente, afectándose ambas las extremidades inferiores.
“Ahí está una en una silla de ruedas y la otra en la camilla”, comentó mientras esperaba novedades ya que, según dijo, estaba dentro, y del hospital la mandaron a esperar afuera.
En ese momento, el estruendo de seis motocicletas tocando bocinas sorprendió a los presentes. En el grupo solo había una integrante femenina, encargada de custodiar el galón de vino, remanente de una noche, que a simple vista, se nota que fue alocada.
Según explicó uno de los integrantes de este grupo, el accidente ocurrió cuando la goma de una motocicleta chocó con la goma del compañero, haciendo que este perdiera el equilibrio y el pasajero que iba detrás le cayera encima, provocando que se raspara toda la cara y la rodilla.
“Ya nos íbamos; uno por estar acompañándolo a él”, dijo el jovencito tras clausurar la noche de juerga por Año Nuevo a las 10:00 de la mañana. El incidente ocurrió en La Toronja, de Invivienda.
No recuerda nada
Emilio Ángel, un joven de 20 años, fue otro de los accidentados en motocicleta que recibió atención en el Darío Conteras.
Al preguntarle sobre cómo ocurrió su siniestro vial, solo se limitó a responder: “No recuerdo nada”. A seguidas, la siguiente interrogante fue si había ingerido alcohol, a lo que contestó: “¡Sí, y mucho!”.
A pesar de que el accidente ocurrió en la madrugada, su madre, Adela, recibió la llamada en la mañana de hoy.
“Ya yo lo había aconsejado, había orado por él, por eso no me sorprendió”, dijo con gran serenidad.
Emilio sufrió un fuerte golpe en su pómulo izquierdo, rasguños en su brazo izquierdo y llevaba el pie de igual lado vendado. Su padre estaba de camino para llevarlos de vuelta a la casa.