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Drácula en el caribe y algunos cuentos de locos

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Por Joseph T. Beato

Ya está en Amazon mi libro “Drácula en el Caribe y Algunos Cuentos de Locos”.

El mundo real está repleto de rufianes y tramposos, de charlatanes, de pillos disfrazados de íntegros. En todos los niveles: desde el económico, hasta el espiritual pasando por el político, acaso el mayor refugio de truhanes.

Ese mundo casi siempre es enfrentado por una minoría que usualmente paga muy caro su osadía acusándoseles de locos, de ser “irracionales” o, cuando menos de idealistas, con la consiguiente descarga de burlas y risas.

Porque no se trata de medicina, es decir, de la mera descripción de enfermedades mentales o neurológicas, de clasificaciones al estilo del doctor Emil Kraepelin, alemán que desarrolló la primera clasificación universal de los trastornos mentales.

La locura no puede ser limitada de esa manera. Es como decía Erasmo de Rotterdam en su extraordinario “Elogio de la locura”, el libro que originó la división definitiva del mundo cristiano: “Sería doblemente necio circunscribir dentro de ciertos límites a una divinidad cuyo imperio se extiende por todas partes”.

Porque la locura para Erasmo es una diosa, una diosa que viene acompañada de un séquito al que debemos buena parte de los placeres de la vida, – ya dijo Sófocles que “únicamente la ausencia de la sabiduría hace agradable la vida”-, así como es responsable de la mayoría de los conflictos humanos: la molicie, esto es, el abandono a una grata pereza; la embriaguez, el olvido, pero sobretodo la ignorancia y el aturdimiento, el amor propio, la adulación. No sabemos si nuestra especie sobrevivirá precisamente por el amplio dominio que estos últimos personajes tienen sobre los pueblos, muy especialmente sobre los que se autodenominan superiores.

Y es que lo opuesto a la locura no es la irracionalidad, sino la cordura.
La locura es un uso patológico, enfermizo, inadecuado y perjudicial para la persona o sus semejantes de la razón.

La cordura, por el contrario, nos invita a no precipitarnos, a meditar sobre las consecuencias. Por eso buena parte de los líderes de hoy no son cuerdos, aunque hagan uso de la razón.

En estas narraciones las hay sobre “idealistas”, sobre locos de remate como las del “El estudiante, el diablo y el loco” o la de “El juicio sintético de la camisa”, y también esa extraña relación- revelación que hizo un viejo colaborador íntimo de Trujillo al final de sus días sobre las creencias en fuerzas maléficas del “Jefe” y el viaje que hizo a Transilvania el siniestro Johnny Abbes García, jefe del servicio de inteligencia del régimen, recogidas en la que titulé apropiadamente “Drácula en el Caribe”.

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