EL DERRUMBE : FEDERICO GARCÍA GODOY

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Federico García Godoy (1857-1924) es una figura señera de la historia de la
cultura dominicana, no solo por el amplio espectro de áreas que abarcó, sino por
la profundidad con la que cultivó las diferentes disciplinas por donde lo llevó su
talento y vasta cultura: política, historia, periodismo, educación, literatura, crítica
literaria. Fueron disciplinas y funciones que cultivó con sentido de
responsabilidad social y con el compromiso de un verdadero humanista y
patriota.
La obra comprende un conjunto de reflexiones que giran en torno al devenir
de la República Dominicana, más allá del período que le sirve de referente: marco
histórico de la ocupación estadounidense de la República Dominicana, en 1916.
Cada uno de los trabajos plantea una temática precisa y se encamina a comunicar
reflexiones apremiantes. Todos tienen que ver con la historia nacional, aunque
también se encuentran alusiones más amplias. A veces se refiere a grandes héroes
o grandes tiranos, a presidentes civilistas o dictatoriales que marcaron
hondamente el rumbo de este pueblo.

Al avanzar en la lectura podemos notar que es un texto múltiple desde el
punto de vista temático. Se trata de un fabuloso híbrido por donde desfila la
historia dominicana de finales del siglo XIX e inicios del XX: datos e
interpretación sociológica, elementos de psicología social del pueblo
dominicano, reflexiones hechas desde dentro con la pericia del experto y con el
dolor, la solidaridad, el compromiso y el amor de quien forma parte de la
sociedad a la que critica y orienta.

Por sus características generales, esta obra se puede asimilar a un ensayo
literario, y desde esa perspectiva lo analizamos, enfocando los elementos propios
del género: planteamiento de un cuerpo de ideas, lenguaje literario, subjetividad
y criticidad.

CUERPO DE IDEAS

El autor, en un intento por comprender y penetrar en nuestra conducta social
y práctica política, se remite al origen étnico-cultural y encuentra una
explicación parcial en el hibridismo étnico. Independientemente de la opinión
que nos merezca este planteamiento determinista, es evidente que García Godoy
se dispuso con tesón a investigar, a comprender, la formación social dominicana,
con vistas a contribuir a su regeneración.
Entre los señalamientos negativos que hace, destaca el “culto a la violencia”,
impulsión primitiva que, según él, “persiste aún sin mayores atenuaciones en el
fondo oscuro de nuestra psicología”.

Califica el pasado colonial como “la vegetación de una vida monótona: de
ejercicios piadosos, de rezos, de procesiones, que absorbe casi toda la actividad
mental”. Con ello florece, a su entender, un sentimiento de incondicional
obediencia a la autoridad, de sumisión ilimitada a lo que viene de arriba. Todo
esto se convertiría en servilismo, que constituye una pésima influencia en la
evolución social de las colectividades.

La ignorancia es otro de los males señalados, y con ella la falta de ideas, la
inferioridad mental, la carencia de rumbos fijos. Como otra importante
limitación del medio, critica el individualismo:
Un individualismo rabioso, torpe y disolvente aun no atenuado en lo más
mínimo, parece como que marca un ritmo de permanente impulsión en la vida
incoherente y tumultuosa del pueblo dominicano. Determina de continuo una
especie de anarquía en que naufragan irremisiblemente los más nobles esfuerzos y
las más altas aspiraciones.
Todo esto dificulta la unidad de miras, es decir, de propósitos unitarios, y
también conspira contra la solidaridad.

García Godoy reconoce la existencia de una minoría inteligente e ilustrada,
pero aquejada también de individualismo: “Todos quieren ser por sí,
particularmente, personalmente”.

En otro orden, destaca el problema ético: “La falta vergonzosa de sanción se
revela en varios aspectos del ser social”. Y, algunas líneas después, afirma:
“Encarcelar, engrillar, expulsar, robar, matar, si es en política, en lo que aquí se
llama política, no son crímenes para los defensores de la situación imperante”.
El derrumbe es un texto fundamental para el estudio de la génesis de la
primera intervención militar norteamericana en nuestro país en el año 1916, así
como del comportamiento de los estadounidenses, apegados siempre a sus
propósitos particulares, como, por ejemplo, la Doctrina Monroe y la
Convención.

En la obra se narran los hechos que siguieron a dicha ocupación: la renuncia
del presidente Jimenes; la elección de un Consejo de Secretarios de Estado —que,
para García Godoy, no actuó conforme a la gravedad del momento, y más bien le
facilitó el trabajo al invasor, contemporizando con él—; el ultimátum del
almirante Caperton, el conflicto para elegir presidente, la anarquía y el titubeo en
las Cámaras para ponerse de acuerdo.

Tan trascendentes eran, para García Godoy, los asuntos de la defensa de la
patria, la soberanía, y su vocación antiimperialista, que decidió fundar, con otras
personas, la sociedad nacionalista Patria. El objetivo de esta iniciativa era
“prevenir y conjurar aquí el peligro que se avecinaba”. Esta entidad solo duró tres
años, debido, en sus propias palabras, a la indiferencia y a la falta de un consenso
de voluntades.

Con relación a la actitud del pueblo dominicano frente a la intervención,
afirma dolorosamente:
En el termómetro de la dignidad nacional hemos descendido casi a cero. De
muchas ciudades de América he recibido cartas en que se me hacen ciertas
dolorosas interrogaciones. A todas he contestado lo mismo: el pueblo
dominicano no se ha defendido, no porque haya degenerado en sus tradicionales
atributos de decisión y de acometividad, sino porque, hondamente dividido en
facciones personalistas, no ha habido quien lo unifique y cohesione.

Ante las calamidades que vive el país y la actitud e ignorancia del pueblo,
Federico García Godoy apela a la educación, entendida como un proceso
coherente, inspirado en realidades de la vida moderna. Se refiere a una educación
del carácter, de la voluntad. Y hace mención de los pensadores Eugenio María de
Hostos y Augusto Comte.

Afirma la importancia de la educación en virtud de que esta “vincula la
convergencia de principios y procedimientos necesarios para dar al individuo,
célula social, la suficiente capacidad para afrontar con resolución y éxito las
vicisitudes y peligros que hay que vencer a cada paso en la vida circunstante”.
Otra de las propuestas esbozadas por García Godoy, como respuesta a las
necesidades nacionales, es la intervención de una élite pensante. No tiene reparos
en plantearlo, es una idea fija, reiterativa: “[…] los grandes hechos, que han
transformado colectividades sociales no han sido producto de la totalidad […]
sino de un hombre de superioridad incontestable”. Entiende este autor que “el
progreso jamás ha sido obra de las multitudes, sino la de uno o más individuos
inconformes con el estado de ignorancia o atraso del medio […]”.

En su actitud siempre propositiva, asevera:
[…] la más eficaz y positiva garantía de ellas [de las reformas] sería comenzar
por la descentralización completa de la administración de la justicia, libertándola
por entero de toda influencia oficial por medio de rentas propias que manejasen
empleados directamente nombrados por ella a fin de que no estuviese nunca
expuesta a claudicar o a no funcionar por suspensión de sueldos o amenazas
partidaristas […]

Esta forma de pensar y de reflexionar la realidad política con sentido crítico,
poniendo al descubierto un problema esencial en la vida de cualquier país,
dimensiona la personalidad de este ciudadano de criterio independiente, cívico y
con fe en el porvenir.

Al final del libro nos encontramos con una propuesta final: emotiva y llena de
impotencia y subjetividad, marcada por el momento de la invasión y la
incertidumbre del porvenir inmediato. Pero una propuesta, al fin:
Si es así, si por debilidad o impotencia nuestra se nos va a dejar solo una
sombra de autonomía, una independencia mutilada y ridícula; si en lugar de
nación soberana se nos va a convertir en una especie de colonia […], sería
entonces preferible perderlo todo, que desapareciese todo; sería mucho mejor que
con nuestras tradiciones, con nuestros recuerdos, con nuestras glorias, con todo
lo que constituye nuestro patrimonio espiritual, hiciésemos una especie de
amasijo para echarlo en no sé qué honda sima de olvido.

Todos estos planteamientos hacen de este libro un valioso material que debe
ponerse al servicio tanto de esta como de otras generaciones, pues constituye un
fundamento esencial para los valores patrióticos, éticos y políticos.

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