TikTok ya no es solo un espacio para coreografías, tutoriales, humor o compartir las mejores recomendaciones, sino que ahora también es el escenario donde se juzga a personas acusadas de infidelidad.
Y es que cada vez más investigadores privados —principalmente mujeres— publican fragmentos de sus casos reales, grabados durante seguimientos, con la autorización expresa de sus clientes.
Cabe señalar que lo hacen en nombre de la justicia emocional, pero también en busca de ganar más visibilidad y más seguidores, donde lo privado se convierte en público ante millones de usuarios.
Este nuevo fenómeno de “justicia digital” se presenta como reparación para quien sufre una traición, pero abre la puerta a un debate incómodo, ¿hasta qué punto es legítimo exponer la vida de otras personas en redes sociales, incluso si han actuado mal?
TikTok como escaparate de vigilancia
Los vídeos suelen mostrar secuencias grabadas en la calle, desde un coche o tras horas de espera. Se ve al sospechoso entrando en una vivienda, abrazando a alguien que no es su pareja, o simplemente actuando con una cercanía sospechosa.
Después, se publica una reflexión final de la investigadora, acompañado muchas veces con música, texto en pantalla o una voz en off que resume el caso. En teoría, se ocultan los rostros, pero en la práctica, basta una prenda, un coche o un gesto para que más de uno lo identifique.
TikTok favorece este tipo de contenido, donde su algoritmo premia lo emocional, y lo narrativo. Estos vídeos funcionan porque ofrecen una historia completa en pocos segundos, ya que hay tensión y, como ocurre en las series reales, el espectador siente que está viendo algo entretenido.
Detrás del estas prácticas hay profesionales del ámbito de la seguridad, que han adaptado su trabajo a la lógica de las redes sociales. No se presentan como influencers, pero manejan las claves del formato, donde saben qué mostrar, qué contar y cómo mantener la atención.
No venden solo un servicio, venden una experiencia, y eso conecta con una audiencia que quiere más que pruebas y muchas emociones. Cabe mencionar que la mayoría de las personas que contratan estos servicios son mujeres.
Mujeres que ya sospechan algo, que han notado cambios en el comportamiento de su pareja o que simplemente quieren confirmar lo que temen. Muchas de ellas no solo quieren pruebas, sino que quieren que se sepa y que se haga visible.
Algunas aceptan que su caso se publique como forma de denuncia simbólica, mientras que otras buscan, incluso sin decirlo, una cierta forma de venganza. TikTok se ha convertido en un lugar donde el dolor personal se transforma en contenido que válida lo que muchas otras personas sienten o han vivido.
Por eso estos vídeos no solo se consumen, también se comentan y se comparten con millones de personas. Esta mezcla de justicia emocional y exposición pública es lo que hace que el fenómeno sea tan potente… y tan problemático hoy en día.
¿Justicia o linchamiento digital?

Generada con IA
Aunque la intención sea denunciar una infidelidad, exponer a alguien ante millones de personas no es un gesto inocente. Aunque se tape la cara, las consecuencias son difíciles de controlar, porque puede haber escarnio público, conflictos familiares, consecuencias laborales o incluso acoso.
Y en muchos casos, la persona señalada no tiene forma de dar su versión, puesto que el juicio ya se ha emitido, y la sentencia la dicta el público de las redes sociales.
Convertir el dolor en contenido viral plantea un dilema que va más allá de la legalidad. TikTok no impide este tipo de publicaciones, pero tampoco las regula de forma clara, lo que empieza como una forma de ayudar a alguien, puede terminar como un linchamiento emocional.
No hay que olvidar que existe una delgada línea entre exponer una verdad y humillar públicamente a alguien. Y esa línea, en cualquier red social, se viraliza con facilidad.
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