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Elena Herraiz, divulgadora lingüística, explica el origen del sufijo -stán que encontramos en varios países de Asia Central y el subcontinente indio, como Pakistán, Afganistán o Kazajistán. Este sufijo tiene sus raíces en el persa, donde significa “la tierra de”, un concepto muy claro y directo.
Sin embargo, Herraiz va más allá de esta explicación al investigar el origen de este sufijo, que proviene del protoindoiranio ‘stannan’ que significa ‘lugar de residencia’ o, simplemente, ‘lugar’.
Según la experta, lo curioso es que “este sufijo proviene de la raíz protoindoeuropea steh-, que significaba ‘levantarse'”, una raíz que conecta un amplio abanico de palabras en varias lenguas indoeuropeas. La relación de este concepto con el “levantarse” está más presente de lo que imaginamos.
@linguriosa ¿Por qué hay un montón de países que terminan con -stán?
El vínculo lingüístico entre las lenguas
Este origen, aparentemente lejano, está relacionado con términos que usamos cotidianamente en varios idiomas. En español, palabras como “estar”, “estático”, “estabilidad” e incluso “establo” derivan de esa misma raíz. En inglés, encontramos el verbo “stand”, y en lenguas eslavas, como el croata o el serbio, “stan” significa “piso” o “apartamento”.
La divulgadora también señala que en el hindi actual, el término “sthana” hace referencia a “sitio”, “lugar” o “espacio”, lo que nos muestra cómo una raíz lingüística tan antigua sigue vigente en diferentes idiomas. El hecho de que tantas lenguas indoeuropeas compartan esta raíz evidencia la profunda conexión entre ellas.
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P. Díaz
Una raíz antigua que aún conecta lenguas
Lo fascinante de este descubrimiento es cómo las lenguas, a pesar de su diversidad, siguen manteniendo huellas de sus orígenes comunes. En este caso, el sufijo -stán no es solo una coincidencia en los nombres de los países, sino que refleja una historia lingüística que une un vasto territorio y muchas culturas a lo largo del tiempo. Así, el término no solo habla de la “tierra de”, sino de un pasado compartido que se sigue reflejando en nuestras palabras y estructuras lingüísticas.
Por lo tanto, la próxima vez que te encuentres con un país que termina en -stán, recuerda que no es solo una cuestión de nombres geográficos, sino una conexión lingüística profunda que nos une con una historia remota y fascinante.