Expertos confirman que la IA podría descifrar los códigos de la máquina enigma en “poco tiempo”

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Lo que en su momento fue uno de los mayores retos de la criptografía militar, hoy sería pan comido para la inteligencia artificial. Las dificultades que enfrentaron Alan Turing y su equipo durante la Segunda Guerra Mundial para romper Enigma, considerado entonces indescifrable, quedarían reducidas a nada frente a la capacidad de procesamiento de los sistemas actuales. 

Y es que resolver aquellos mensajes, que requería meses de trabajo y enormes recursos, podría resolverse ahora en cuestión de minutos gracias a la tecnología. Diseñada por el ejército nazi para proteger sus comunicaciones, este dispositivo era una herramienta electromecánica que combinaba rotores intercambiables, un reflector interno y un tablero de conexiones. 

Cada uno de estos elementos añadía una capa de complejidad al cifrado, produciendo millones de combinaciones posibles. No obstante, su mayor fortaleza residía en que la configuración cambiaba diariamente, haciendo prácticamente inviable que los Aliados descifraran sus mensajes a tiempo si no lograban replicar el sistema exacto que, para la época, era casi imposible.

A pesar de la dificultad, los avances en criptografía llevados a cabo por matemáticos polacos en los años 30 y, más adelante, por el equipo de Bletchley Park en el Reino Unido —liderado por Turing—, permitieron desarrollar las primeras “bombas”, unas máquinas para automatizar el análisis de patrones. Con ellas, lograron descifrar las comunicaciones de Hitler y alterar el curso de la guerra.

Test de Turing 2.0

De las “bombas” de Turing a la inteligencia artificial

El salto entre aquellas máquinas rudimentarias y los sistemas actuales es abismal. Las bombas de Turing eran dispositivos electromecánicos programados manualmente para explorar combinaciones a alta velocidad, pero su capacidad era limitada. Hoy, un software bien diseñado puede replicar su lógica en un entorno digital y ejecutarla millones de veces más rápido.

Modelos de IA actuales, como los que ya operan en procesamiento de lenguaje natural, serían capaces no solo de simular las reglas internas de Enigma, sino de aplicar estrategias combinadas de fuerza bruta y análisis estadístico. 

Como señalan expertos en ciberseguridad, así como también Michael Wooldridge, catedrático de informática y especialista en inteligencia artificial en la Universidad de Oxford, Inglaterra, incluso una simulación básica de estos modelos, ejecutada desde un centro de datos avanzado, superaría con creces lo que Turing consiguió con la tecnología de su tiempo. Y lo haría en minutos.

Cabe señalar que a pesar de su fama, la máquina nazi no era perfecta, y una de sus debilidades más conocidas era que ninguna letra podía cifrarse como sí misma, una limitación que reducía el número de combinaciones posibles y facilitaba el cruce de hipótesis. Estas debilidades, junto con patrones predecibles en los mensajes y el uso reiterado de ciertas frases, fueron claves en su descifrado.

La IA actual puede explotar estas regularidades con rapidez, comparando patrones lingüísticos, probando hipótesis en paralelo y reconociendo estructuras gramaticales. Lo que antes requería meses de trabajo hoy puede resolverse con rutinas programadas en cuestión de minutos, ejecutadas sobre infraestructuras informáticas con una capacidad de cálculo difícil de concebir en 1930.

A pesar de que su sistema hoy parecería frágil, Enigma marcó un punto de inflexión, y no solo porque permitió a los Aliados anticiparse a movimientos militares clave, sino porque fue uno de los catalizadores del desarrollo de la computación moderna

El descifrado del código fue tanto un logro técnico como humano: combinó ingenio, cooperación internacional y una nueva forma de entender la información. Alan Turing no solo diseñó máquinas; plantó las bases de lo que décadas después se convertiría en IA. Por eso, aunque hoy sería un reto menor desde el punto de vista técnico, su legado sigue vigente.

¿Qué pasa con los códigos actuales?

A diferencia de Enigma, los sistemas de cifrado actuales, como RSA, están diseñados para resistir ataques incluso con la capacidad de procesamiento actual. Basados en principios matemáticos como la factorización de grandes números primos, su seguridad radica en problemas computacionales que aún no tienen una solución eficiente conocida.

No obstante, algunos especialistas advierten que esta fortaleza podría verse amenazada por el desarrollo de la computación cuántica, que promete romper los esquemas actuales si alcanza niveles funcionales avanzados. Es por esta razón que la historia de la máquina alemana recuerda que ninguna tecnología de cifrado es invulnerable para siempre.

Lo que en su momento fue una proeza criptográfica, hoy sería vulnerable ante herramientas que usamos a diario, según los expertos, pero no por ello pierde su valor histórico, aunque sí nos obliga a mirar hacia adelante. Porque si algo enseña el caso de Enigma es que la seguridad informática no es un destino, sino una carrera constante frente al avance tecnológico. 

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Etiquetas: Inteligencia artificial

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