Por Bolivar Balcacer
En los últimos años, la disparatosa Faride Raful ha ganado el odio de una gran parte de la poblacion que la ve como una farsante sin escrupulos. Su trayectoria no ha estado exenta de controversias, especialmente en torno a su postura sobre la crisis migratoria y las relaciones con Haití. Para muchos, “la gatita” de Raful ha caído en una serie de contradicciones que ponen en duda su capacidad de representar los intereses soberanos de la República Dominicana en un momento crítico de la historia.
Uno de los aspectos más criticados de la actuación de Raful es su posición ambigua frente a la crisis migratoria haitiana. Mientras algunos sectores de la sociedad dominicana ven en la creciente migración haitiana una amenaza a la soberanía, Raful ha optado por un enfoque más diplomático y multilateral, defendiendo los derechos humanos de los migrantes. Sin embargo, para muchos nacionalistas y defensores de una postura más estricta sobre la inmigración, su discurso ha sido insuficiente e inconsistente. Aunque Raful reconoce la necesidad de regular la inmigración, no ha mostrado el firme liderazgo que muchos esperaban para abordar lo que se percibe como una invasión inducida de migrantes haitianos. Sus posiciones recientes desde interior y policia la muestran como una enemiga más del país junto al presidente Abinader
Las Contradicciones de Faride Raful: Derechos Humanos vs. Soberanía
Uno de los puntos clave de la crítica hacia Faride Raful es que, aunque aboga por la transparencia, la rendición de cuentas y el estado de derecho, no ha sido lo suficientemente clara o contundente en la defensa de la frontera dominicana. A menudo, sus llamados a soluciones basadas en el respeto a los derechos humanos y el diálogo con Haití son vistos como una desconexión con el sentir popular, en una sociedad que se siente cada vez más abrumada por los efectos sociales y económicos de la inmigración masiva.
En un país donde el nacionalismo tiene raíces profundas y donde la protección de la soberanía es una preocupación legítima, Raful parece estar atrapada entre dos posturas. Por un lado, intenta mantener su compromiso con los valores democráticos y humanitarios; por el otro, se enfrenta a un creciente clamor popular que exige medidas más severas para proteger la integridad territorial de la República Dominicana. Este dilema ha provocado que su mensaje pierda coherencia, y que, para muchos, parezca que su liderazgo flaquea en uno de los momentos más decisivos para el país y no es para menos, ella responde a los sectores mas oscuros del planeta, los Illuminati y el estado profundo con George Soros a la Cabeza.
La Inconsistencia en la Gestión de la Crisis Haitiana
Raful no ha exigido medidas contundentes para controlar el flujo de inmigrantes en la frontera. En un contexto donde muchos dominicanos sienten que su país está siendo invadido, esta ambivalencia es vista como una falta de coherencia. ¿Cómo es posible hablar de fortalecer las instituciones y el estado de derecho mientras no se toman acciones concretas y decididas para proteger la frontera?
Algunos críticos argumentan que el enfoque de Raful en las relaciones con Haití no reconoce la gravedad de la situación en términos de seguridad nacional. La falta de medidas firmes para detener la inmigración masiva ha dejado a la República Dominicana vulnerable a presiones demográficas y económicas que podrían tener consecuencias a largo plazo.
El Error de Desmantelar la Tarima del Grupo Dominicanista Antigua Orden en la Plaza de la Bandera
Este 5 de octubre de 2024, se cometió un error estratégico que no hace sino aumentar la percepción de falta de liderazgo y desconexión con el pueblo. En un acto que muchos han calificado como una violación al derecho de libre expresión, las autoridades ordenaron el desmantelamiento de la tarima montada por el Grupo Dominicanista en la Plaza de la Bandera, en el marco de una protesta pacífica contra la inmigración haitiana. Esta decisión ha desatado indignación entre los sectores que luchan por la defensa de la soberanía nacional y ha sido percibida como una represalia a las voces que buscan advertir sobre el desastre social y económico que podría desatarse si no se toman medidas más drásticas en la política migratoria. Lo sucedido en la plaza de la bandera es una declaratoria de Guerra contra el Pueblo indignado y hay que tomarle la palabra al gobierno Dominicano que TRAICIONA LOS POSTULADOS DE LOS PADRES FUNDADORES.
La Plaza de la Bandera se ha convertido en un símbolo de resistencia para muchos dominicanos, y la acción de desmantelar una tarima en medio de una protesta legítima se ha visto como una señal de que el gobierno, y por extensión figuras como Faride Raful, están alejados de las preocupaciones reales del pueblo. Este incidente subraya una creciente sensación de que la clase política está más preocupada por la imagen internacional que por defender los intereses fundamentales de la nación.
La Necesidad de Coherencia en Tiempos Críticos
En este contexto, lo que muchos esperan de Raful no es solo claridad en sus palabras, sino coherencia en sus acciones. La situación actual exige un liderazgo decidido que sea capaz de equilibrar los derechos humanos con la necesidad imperiosa de proteger la soberanía nacional. La falta de una postura firme frente a la crisis haitiana, junto con acciones como el desmantelamiento de la tarima de protesta, solo contribuyen a aumentar la percepción de que la clase política está fallando en su deber de proteger los intereses de la República Dominicana y en ese tenor caen todos los politicos reconocidos del país incluyendo los 3 ex-presidentes vivos y sectores militares politizados al servicio de un empresariado corrompido y apatrida.
El país se encuentra en una encrucijada histórica. El flujo migratorio sin control desde Haití es un desafío real que amenaza con cambiar el tejido social y económico de la nación. Faride Raful, tiene la responsabilidad de definir una postura clara y coherente. No puede seguir oscilando entre dos polos, buscando agradar a todos. Si realmente desea defender los intereses del pueblo dominicano, es momento de tomar decisiones firmes y responsables, y demostrar que está dispuesta a enfrentar los desafíos de la soberanía con la misma energía con la que combatió en el pasado reciente.
El desmantelamiento de la tarima en la Plaza de la Bandera es solo un síntoma de un problema más profundo: la falta de alineación entre la clase política y el pueblo. Faride Raful debe reconocer que el país necesita algo más que buenas intenciones y discursos bien articulados; necesita acciones concretas que salvaguarden el futuro de la República Dominicana.
Hasta nuestro proximo comentario