Desde 1940 a 1943, los judíos de Varsovia tuvieron que habitar en el gueto establecido por los nazis que habían ocupado su país, como paso intermedio antes de la llamada ‘solución final’, con la que fueron enviados a distintos campos de concentración y exterminio repartidos por Europa. El gueto de Varsovia no fue el único, pero sí el mayor: tenía una población estimada de 400.000 personas (un 30% aproximado de la población de la ciudad), que se encontraban hacinadas en una superficie equivalente al 2,4% de la misma.
Mucho sabemos hoy en la actualidad sobre dicho lugar, gracias a los testimonios de algunas de las personas que vivieron ahí (el más famoso probablemente es Władysław Szpilman, cuyas memorias sirvieron para el argumento de El pianista de Roman Polanski). Por supuesto, también es famoso el levantamiento que se produjo entre el 19 de abril y el 16 de mayo de 1943, liderado por Mordechai Anielewic, contra las tropas alemanas, cuando comenzó la deportación masiva hacia los campos de exterminio de Majdanek y Treblinka.
Pero, para bien o para mal, el gueto fue el único lugar en el que durante tres años largos pudo vivir la población judía durante la guerra, rogando por sobrevivir un día más. Y, como cualquier otro lugar del mundo, se convirtió en un micromundo con sus propias reglas y cultura, a pesar de que el hambre, las enfermedades y las deportaciones redujeron su población a 50.000 habitantes. Durante aquella época surgió el Judenrat y otros movimientos juveniles que intentaron paliar las condiciones inhumanas de vida.
En el gueto, los artistas que entonces eran figuras prominentes de la vida cultural polaca se dedicaron a organizar exposiciones y obras de teatro
El Judenrat en concreto obtuvo permiso para organizar cuatro escuelas primarias en el gueto para los niños que ahí vivían. También se crearon cantinas de sopa, hospitales y orfanatos, como la ‘República de los Niños’ dirigida por el pedagogo Janusz Korczak (clausurada en 1942. Sus responsables fueron deportados a Treblinka). También había prensa diaria, en ocasiones clandestina, en tres lenguas (yidish, polaco y hebreo). Existía una iglesia para los judíos conversos al catolicismo y durante un tiempo se permitieron las celebraciones judías, incluso reuniones en domicilios particulares con rabinos.
También se llegaron a dar conciertos de música clásica durante un tiempo. Según el crítico Marcel Reich-Ranicki, no había dificultad para encontrar músicos de instrumentos de cuerda, aunque era mucho más complicado encontras músicos de instrumentos de viento que pudieran dar este tipo de conciertos puesto que en su vida anterior al gueto se habían dedicado al jazz. No solo eso, artistas que entonces eran figuras prominentes de la vida cultural polaca se dedicaron a organizar exposiciones y obras de teatro. Era un intento, algo ficticio, de normalizar la vida en un momento en que nada era realmente normal.
En 1942, cuando llevaba dos años en el gueto, con el consentimiento de las autoridades clandestinas de la Asociación de Artistas Escénicos Polacos, se convirtió en el director de la revista Fémina
Y dentro de las figuras destacadas se encontraba un imprescindible de la cultura polaca de entonces: Jerzy Jurandot. El escritor estaba casado con la también escritora, bailarina y actriz Stefania Grodzienska, y, como cualquier otro judío de la época, fueron prisioneros en el Gueto de Varsovia. Sin embargo, ellos intentaron mediante la cultura que los habitantes de aquella pesadilla pudieran alejarse o huir durante un tiempo de la trágica realidad que les había tocado vivir.
Nació el 19 de marzo de 1911 en Varsovia, ciudad en la que también murió un 16 de agosto de 1979 porque logró huir de la persecución nazi. Provenía de una familia intelectual y se graduó en la escuela secundaria en 1928, después estudió matemáticas y química en la Universidad de Varsovia. Antes de la guerra fue conocido por sus monólogos humorísticos, sus poemas satíricos y porque inventaba canciones. Él y su mujer terminaron en el gueto en 1940.
El escenario estaba iluminado por lámparas de carburo, se combatía el frío con calentadores de hierro y los actores trabajaban a menudo con fiebre
En 1942, cuando llevaba dos años encerrado, con el consentimiento de las autoridades clandestinas de la Asociación de Artistas Escénicos Polacos, se convirtió en el director de la revista Fémina, con el mismo nombre que un teatro que se levantó en el mismísimo gueto. Este episodio de su vida no fue conocido durante muchos años, pero después salió a la luz. En el invierno de aquel año, junto con el compositor Isvo Wesby, crearon la obra ‘Milosc Szuka Mieszkania‘ (literalmente ‘El amor busca apartamento’).
Las representaciones, que empezaron en enero, no eran sencillas. El escenario estaba iluminado por lámparas de carburo, se combatía el frío con calentadores de hierro y los actores trabajaban a menudo con fiebre. Aquellos espectadores que acudían al Fémina a ver la obra (desde intelectuales a miembros del Consejo Judío o mendigos) conseguían relajarse y pensar en otras cosas durante el par de horas que duraba la función.
La obra se representó durante cuatro semanas, antes de que comenzaran las deportaciones. El texto se mantiene, desgraciadamente la música se ha perdido, por lo que el director Rodrigo Cortés tuvo que ‘reinventar’ con la ayuda del compositor Víctor Reyes una nueva banda sonora para la película ‘El amor en su lugar‘ (2021), basada parcialmente en toda esta historia. En el caso de Jerzy y su mujer Stefania, consiguieron huir del gueto y se salvaron del terrible destino que le esperaba a tantos judíos europeos en las cámaras de gas. De hecho, Stefania murió en 2010 y aunque pasó parte de su infancia en Moscú, fue conocida como ‘la Primera Dama del Humor Polaco’.
Sin duda, las representaciones de ‘El amor busca apartamento’ fueron una pequeña luz en la oscuridad en la que estaban sumidos los judíos polacos de la Segunda Guerra Mundial. Como escribió Ryszard Marek: “Aunque las condiciones en los lugares de entretenimiento no eran alentadoras (el frío, la humedad, la luz tenue de las lamparas de carburo, la mala acústica), siembre había personas que se arriesgaban y querían ver a sus favoritas: Regina Cuker, Ada Polomska, Stefania, el artista de cabaret Edmund Minowicz…”. Sin embargo, hubo un momento en que hasta las situaciones más disparatadas dejaron de hacer reír. La realidad, al fin y al cabo, había cruzado los límites de lo absurdo. Incluso a día de hoy todo lo que sucedió entonces nos sigue pareciendo nada más que un mal sueño.
Desde 1940 a 1943, los judíos de Varsovia tuvieron que habitar en el gueto establecido por los nazis que habían ocupado su país, como paso intermedio antes de la llamada ‘solución final’, con la que fueron enviados a distintos campos de concentración y exterminio repartidos por Europa. El gueto de Varsovia no fue el único, pero sí el mayor: tenía una población estimada de 400.000 personas (un 30% aproximado de la población de la ciudad), que se encontraban hacinadas en una superficie equivalente al 2,4% de la misma.