La Virgen de la Altagracia, también conocida como Nuestra Señora de la Altagracia, ha sido venerada desde el siglo XVI, consolidándose como un símbolo de profunda devoción en República Dominicana. La festividad en su honor, establecida el 21 de enero, fue proclamada gracias a la solicitud del Monseñor Arturo de Meriño durante la época colonial. Sin embargo, fue durante el gobierno de Horacio Vásquez que se oficializó, convirtiéndose en un día no laborable y de celebración en todo el país.
Tradicionalmente, miles de devotos viajan desde distintas provincias a la Basílica de Higüey, ubicada en la provincia de La Altagracia. Este santuario, erigido en 1954 por orden del primer obispo de Higüey, Monseñor Juan Félix Pepén, es la catedral de la Diócesis de Nuestra Señora de la Altagracia. Su construcción, que duró 17 años, fue una respuesta a la necesidad de reemplazar un antiguo santuario donde se manifestó La Altagracia.
La Basílica, inaugurada el 21 de enero de 1971 por el Dr. Joaquín Balaguer, ha trascendido fronteras, convirtiéndose en uno de los santuarios más visitados tanto por dominicanos como por peregrinos extranjeros de diversas partes del mundo. Además, en el mismo año de su inauguración, fue declarada Monumento Dominicano, consolidando su importancia histórica y espiritual en la cultura dominicana. En esta festividad, el pueblo dominicano se une en una celebración que va más allá de lo religioso, resaltando la identidad y la conexión única con La Virgen de la Altagracia.
Festividades Religiosas y Actividades de la Iglesia Católica
La veneración a la Virgen de la Altagracia en República Dominicana no solo se limita a una festividad anual, sino que implica una serie de actividades religiosas organizadas por la Iglesia Católica. El 21 de enero, día oficial de la celebración, la Basílica de Higüey se convierte en el epicentro de diversas ceremonias que atraen a fieles de todo el país.
Desde las primeras horas del día, la Basílica acoge a peregrinos que llegan para participar en la Santa Misa, presidida por destacados líderes religiosos. Durante la celebración, se llevan a cabo rituales tradicionales, incluyendo procesiones alrededor del santuario, donde los devotos expresan su fe y devoción. La liturgia se enriquece con cánticos, oraciones y lecturas que resaltan la importancia espiritual de este día.
Además de las ceremonias en la Basílica, numerosas parroquias en todo el país organizan eventos y procesiones locales para conmemorar la festividad de la Virgen de la Altagracia. Las comunidades católicas se unen en oración, reflexión y solidaridad, creando un ambiente de paz y armonía que trasciende lo puramente religioso.
La Iglesia Católica, consciente de la significativa devoción popular, también promueve actividades sociales y culturales en este día especial. Caridades, eventos benéficos y acciones de ayuda a los necesitados se llevan a cabo como parte de la celebración, recordando así la importancia de la compasión y la solidaridad en la tradición cristiana.
En resumen, la festividad de la Virgen de la Altagracia va más allá de una conmemoración religiosa; es un momento en el cual la comunidad católica se une en fe, celebración y servicio a los demás, destacando la profunda conexión espiritual que esta figura religiosa tiene con la identidad dominicana.