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No vas a poder masticar chicle en este país asiático (y no te vas a creer el motivo)

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El chicle, un producto tan cotidiano para muchos, tiene una historia insólita en Singapur. Desde 1992, este pequeño país asiático decidió prohibir la importación y venta de chicles. Esta estricta medida ha convertido a Singapur en uno de los pocos lugares del mundo donde mascar chicle podría traerte una multa considerable.

La razón detrás de esta medida es más simple de lo que podrías imaginar. En la década de los 80, Singapur estaba inmersa en una ambiciosa campaña para convertirse en una de las ciudades más limpias del mundo. Sin embargo, la suciedad provocada por los restos de chicle en las calles y, especialmente, en las puertas del recién inaugurado metro, se había convertido en un auténtico quebradero de cabeza. Los chicles pegados a las puertas automáticas del transporte público ocasionaban averías y retrasos, lo que llevó al gobierno a tomar cartas en el asunto.

Fue así como, en 1992, el gobierno de Singapur, bajo el liderazgo de Lee Kuan Yew, decidió implementar una prohibición total del chicle. Esta medida fue recibida con sorpresa por el resto del mundo, pero para Singapur era una cuestión de pragmatismo: mantener su imagen de limpieza y orden.

¿Qué pasa si llevas chicle a Singapur hoy?

Aunque la prohibición no se ha levantado por completo, ha habido algunas modificaciones con los años. Desde 2004, se permite la importación y venta controlada de chicles con propiedades terapéuticas, como los que ayudan a dejar de fumar o cuidan la salud dental. Aun así, la venta de chicles de ocio sigue estando prohibida, y el consumo en la vía pública está sujeto a fuertes multas.

A pesar de las críticas iniciales, la prohibición del chicle ha demostrado ser eficaz en su objetivo principal: mantener las calles y el transporte público de Singapur impolutos. El país continúa siendo conocido por su estricta regulación y su éxito en áreas como el orden público, la higiene y el respeto a las normas, lo que ha ayudado a forjar la reputación de Singapur como una de las ciudades más limpias del mundo.

El chicle, un producto tan cotidiano para muchos, tiene una historia insólita en Singapur. Desde 1992, este pequeño país asiático decidió prohibir la importación y venta de chicles. Esta estricta medida ha convertido a Singapur en uno de los pocos lugares del mundo donde mascar chicle podría traerte una multa considerable.

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