“Novocaine”, una película que se deleita en llevar la violencia al límite

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Los Co-directores Dan Berk y Robert Olsen (“Villains”, “Body”) se unen en Novocaine, una inyección explosiva en forma de película que marca un hito en el cine de acción absurda. Con un estilo que recuerda a la irreverencia de un cóctel sangriento, esta cinta fusiona violencia desmedida, humor negro y una premisa tan insólita como fascinante, transformando la debilidad en una insólita arma de venganza.

La trama gira en torno a Nate (Jack Quaid), un hombre cuya incapacidad para sentir dolor,  debido a un trastorno genético que lo deja insensible a las punzadas y mordeduras, lo sumerge en una existencia tan precaria como peculiar.

La idea de un héroe sin dolor resulta, en un principio, brillante: un hombre que puede sufrir heridas brutales sin el temor habitual que paraliza a los demás. Sin embargo, pronto descubrimos las absurdas limitaciones de este don: Nate debe programar alarmas cada tres horas para usar el baño (evitando que su vejiga explote) y subsiste con una dieta completamente líquida (para evitar, sin querer, morderse la lengua).

Esta condición, que en apariencia lo reduce a un ser patético y limitado, se convierte en la chispa que enciende la oportunidad para que Nate se transforme en un vengador de segunda mano, al estilo de un “Punisher” de bajo presupuesto.

El personaje de Nate se desenvuelve en un ambiente aparentemente monótono, donde desempeña su papel como tímido y escaso subgerente en una sucursal bancaria. Pero la vida de este hombre da un vuelco radical cuando se enamora de Sherry (Amber Midthunder), la audaz y directa empleada del banco, cuyo carácter extrovertido y apasionado logra hacerle salir de su caparazón.

Tras una noche de pasión que despierta en Nate el deseo de vivir plenamente, la tragedia golpea cuando unos ladrones, disfrazados en trajes de Santa Claus y armados hasta los dientes, irrumpen en el banco. No solo huyen con el dinero, sino que también se llevan a Sherry como rehén, encendiendo en Nate la determinación de rescatar a su amada a toda costa.

Lo que sigue es una frenética persecución a través de la ciudad, salpicada de tiroteos, puñetazos, trampas explosivas, quemaduras y derramamientos de sangre que Nate recibe con una sorprendente resiliencia.

La violencia se presenta de manera tan intensa y gratuita que resulta imposible apartar la mirada, forzándonos a revivir en carne propia cada brutal impacto. Lars Jacobson, con un guion inteligente, consigue equilibrar el tono entre lo hilarante y lo desgarrador. Cada golpe, cada herida, se convierte no solo en un recurso visual impactante, sino en un elemento estructural de la narrativa, con referencias ingeniosas a traumas anteriores que mantienen un ritmo vertiginoso sin que ningún detalle se sienta superfluo.

No obstante, a pesar del sacrificio casi patético de Nate por Sherry, motivo que debería ser el corazón palpitante de la historia, la química entre Quaid y Midthunder se queda corta, rozando el cliché de las telenovelas. La intención de Novocaine es, por un lado, retratar a Nate como un enamorado torpe y, por otro, subvertir ese mismo concepto a través de su violenta transformación. Sin embargo, la relación amorosa que impulsa la vorágine sangrienta resulta insuficiente en su desarrollo.

Se intenta ligar la profundidad del romance a la revelación de cicatrices ocultas, pero ese intento se siente tan volátil y poco convincente como el resto de la trama. Es aceptable que el romance sea un tanto mecánico, en realidad, refuerza la absurda comicidad inherente al filme, pero la falta de una chispa auténtica entre los protagonistas mina la fuerza del relato, haciendo que el esfuerzo por equilibrar humor y violencia se sienta a veces forzado.

Después de trabajos anteriores como Significant Other y Villains, resulta evidente que Berk y Olsen no se conforman con encasillar sus películas en géneros predecibles. Con Novocaine se entregan a una narrativa que se rehúsa a ser uniforme, ofreciendo en cambio un híbrido de acción y comedia que se alimenta de su propia brutalidad.

La película comienza presentándonos al héroe más insospechado: Nathan Caine, un hombre de rutina inquebrantable que vive dentro de una burbuja de seguridad, una existencia protegida por la condición que le impide sentir dolor, lo cual le ha conferido una vida sin los riesgos emocionales y físicos que la mayoría enfrenta. Pero cuando Sherry, la chispa que lo saca de su zona de confort, enciende en él el anhelo de una vida más plena, Nate se arriesga a abandonarlo todo. La transformación es tan radical como inesperada: de asistente bancario a un guerrero desquiciado, impulsado por el amor y la desesperación.

El reparto se enriquece con figuras secundarias que aportan sabor a este cóctel sangriento. Betty Gabriel, como la ruda oficial de policía Mincy, y Matt Walsh, en el papel del cómplice descarado Coltraine, complementan la travesía de Nate. Lars Jacob Batalon, una vez más en su rol de alivio cómico, y Ray Nicholson, cuyo villano encarna la demente figura de Simon, se convierten en piezas clave para lograr el clímax ultra violento de la película. La confrontación final entre Nate y Simon no solo satisface en términos de acción física, sino que también deja una huella emocional, cerrando el arco narrativo con la crudeza y el humor que definen la obra.

Novocaine no es una película para quienes buscan realismo o sentimentalismo profundo. Es una experiencia visceral que se deleita en llevar la violencia al límite, manteniendo una coherencia interna en su propio universo absurdo. La dirección de Berk y Olsen, junto con un compromiso notable hacia los efectos especiales prácticos, consigue generar una respuesta instintiva en el espectador, invitándolo a reír, estremecerse y aplaudir simultáneamente ante lo que puede considerarse un acto de audaz irreverencia cinematográfica.

En última instancia, Novocaine es tanto un homenaje a los excesos del cine de acción como una parodia inteligente de sus propias convenciones. Es un filme que se niega a pedir disculpas por su brutalidad y su humor negro, ofreciendo una narrativa que, aunque rota en algunos puntos por la falta de una conexión emocional más profunda entre sus protagonistas, se sostiene gracias a una energía imparable y a una originalidad que pocas veces se ve en la gran pantalla. Para los amantes de las películas que desafían la lógica y abrazan el caos, Novocaine es una inyección de adrenalina que, a pesar de sus defectos, deja una marca indeleble en el espectador.

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