¿Por qué los japoneses se sientan de rodillas? Este es el curioso origen samurái

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La forma tradicional de sentarse de rodillas en Japón, conocida como seiza y que hemos visto en numerosas películas y series, siempre ha despertado curiosidad por su incomodidad y su profundo simbolismo cultural. Aunque hoy se asocia a ceremonias del té, funerales o artes marciales, su origen se remonta a un periodo de gran tensión política y desconfianza entre los clanes del Japón feudal.

Durante el siglo XVII, tras una era marcada por guerras civiles y conspiraciones entre señores feudales, la instauración del shogunato trajo consigo una aparente estabilidad. Sin embargo, la necesidad de mantener bajo control a los daimyō, líderes regionales con poder militar, impulsó medidas que iban más allá de lo administrativo. Entre ellas, se impuso el uso del seiza como forma de sentarse durante las audiencias con el shōgun.

Foto: ¿Por qué los enemigos en pantalla esperan pacientemente el ataque del héroe? La respuesta está en Japón (Freepik)

Una postura diseñada para imposibilitar el ataque

Según explica en un vídeo de Instagram el divulgador cultural japonés Kyota Ko, “era una forma efectiva de mostrar que uno no pretendía asesinar al anfitrión… al menos no ese día”. El seiza priva de flujo sanguíneo a las piernas tras pocos minutos, provocando entumecimiento y dificultando cualquier movimiento brusco. Esta característica fue aprovechada estratégicamente por el shogunato para reducir el riesgo de ataques sorpresa durante reuniones diplomáticas.

La práctica se institucionalizó también en los chashitsu, o salas de té, donde los samuráis mostraban respeto y ausencia de hostilidad al adoptar esta postura. El dolor, lejos de ser un inconveniente, reforzaba el componente de sumisión y vigilancia, recordando constantemente la jerarquía del momento y dificultando cualquier gesto agresivo.

Con el paso del tiempo, el seiza evolucionó desde su propósito inicial como estrategia disuasoria a un símbolo de disciplina, formalidad y etiqueta en la cultura japonesa. Su uso persiste hoy en contextos ceremoniales, a pesar de que sigue siendo incómodo incluso para muchos japoneses. Esta persistencia revela cómo una costumbre nacida de la desconfianza entre clanes se ha integrado profundamente en el protocolo social nipón.

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