Egipcio clásico, sumerio, acadio, hebreo bíblico. ¿Qué tienen en común estos idiomas? La respuesta es lógica: pertenecen a civilizaciones que hace mucho tiempo dejaron de caminar por este mundo, extintas y abandonadas. Aquellos que las hablaban llevan mucho tiempo bajo tierra, y con ellos se fueron todos los secretos de los idiomas ancestrales. ¿O no?
No, claro. En realidad, hay personas que estudian estos idiomas y también que dan clases de los mismos.
Alguien tiene que interpretar los textos. Si realmente conocer la lengua de un pueblo es la que nos ayuda a entender sus tradiciones, ritos o idiosincrasia, entonces parece fundamental hacerlo. Hablamos en esta ocasión con el profesor Luis Flamenco, que enseña lengua siriaca en la Universidad Eclesiástica San Dámaso (donde puede aprenderse mediante los cursos de Libre acceso de Lenguas Clásicas y Orientales o con otras especialidades, como Teología Bíblica).
PREGUNTA. Si no me equivoco —puede que sí—, el siriaco en concreto no es un idioma, sino un conjunto de dialectos del arameo.
RESPUESTA. Para ser exactos, el siriaco comenzó su periplo histórico como una de las variedades locales del llamado “arameo medio”, que persistió tras la disolución del imperio persa aqueménida en el año 330 a.C., esto es, cuando este imperio fue conquistado por el ejército de Alejandro Magno. Luego se convirtió en un idioma estándar hablado y escrito en una amplia zona de Mesopotamia y Persia (esto es, en el territorio comprendido entre lo que hoy es la zona oriental de Siria, gran parte de Irak y el sur de la actual Turquía). Aunque en su momento de mayor extensión —íntimamente vinculado con la expansión del cristianismo por Oriente—incluía regiones tan alejadas como la India y Asia Central. Es precisamente este “siríaco clásico”, que aparece reflejado en los numerosos manuscritos que sobrevivieron desde el siglo V d. C. en adelante, el objeto de estudio de la asignatura que imparto.
P. ¿Qué lleva a alguien a estudiarlo y, aún más, a impartir clase sobre él?
R. En mi caso particular, he de decir que, como lingüista, poseo un interés intrínseco y, a veces, irrefrenable por el estudio de las lenguas en general. En el caso del siriaco, a este interés general se une un interés particular por las lenguas semíticas, de las que el siriaco junto a sus lenguas hermanas —el hebreo y el árabe— conforman una interesante triada. Pero a esto hay que añadir un deseo íntimo, que se ha ido desarrollando en mí en los últimos años, de estudiar los textos bíblicos desde la perspectiva de los escritores siriacos, los cuales, junto con los padres latinos y los griegos, conforman uno de los tres pilares básicos para el conocimiento del cristianismo de los primeros siglos.
P. ¿Qué buscan los alumnos que se acercan a esta asignatura? ¿Qué herramientas dirías que terminan teniendo a final de curso?
R. Los alumnos que se aproximan a esta lengua buscan cosas muy diversas. En mi opinión, la posición que ocupa el siríaco dentro de la lingüística semítica es motivo más que suficiente para estudiar este idioma, y ello explica, por ejemplo, que algunos alumnos —la mayoría filólogos— aterricen en esta lengua precisamente tras haber estudiado hebreo o árabe.
“El siriaco junto a sus lenguas hermanas —hebreo y árabe— conforman una interesante triada”
Otros estudiantes, en cambio, muestran un especial interés por el estudio de las antiguas versiones siríacas del Antiguo y del Nuevo Testamento o de las obras realizadas por los escritores siríacos, tanto en el ámbito de la poesía, de la historia o de la teología, con miras, por ejemplo, a realizar sus tesinas. Precisamente tengo en estos momentos un alumno con este interés particular.
Y otros, en fin, tienen interés en conocer las iglesias siríacas vivas, su tradición y su liturgia. Aquí me tengo que referir a una alumna de la India, cuya rama materna es de tradición siro-malabar, esto es, una Iglesia oriental católica que sigue la tradición litúrgica caldea, en la que se utiliza como lenguaje litúrgico el siriaco oriental y que siente esta lengua como parte de su acervo cultural. Como puede apreciarse, el interés es múltiple.
En cuanto a las herramientas que se adquieren, he de decir que —salvo la expresión oral— son las propias que pueden obtenerse cuando uno estudia una lengua extranjera. En este caso, como el ciclo completo de siriaco está constituido por tres cursos académicos —impartidos en asignaturas anuales de tres horas de clase a la semana—, se pretende que el alumno adquiera al final del ciclo académico la destreza suficiente para leer y traducir textos literarios de un modo fluido y que conozca también su contexto histórico-religioso.
P. Aprender un lenguaje cambia la mente, sobre todo aquellos idiomas que son tan diferentes al nuestro, ¿crees que es fundamental para poder entender lo que fue la vida de los que vivieron en Oriente Medio hace cientos de años?
R. Yo no diría que cambia la mente, pero sí que la hace más ágil y flexible, como se sabe a propósito de los casos de bilingüismo o simplemente de los niños que aprenden una lengua extranjera. Asimismo, resulta bastante obvio que un hablante de español tendrá en principio menos dificultades para aprender una lengua más afín a la suya, como el italiano, que si se propone aprender ruso o árabe. De modo análogo, para alguien que ya está familiarizado con una lengua semítica, como el hebreo, la dificultad en asimilar el siriaco es menor, dado que sus gramáticas son bastante similares y comparten una gran cantidad de vocabulario.
Una cuestión diferente es cuando alguien se propone estudiar obras literarias antiguas. En el caso del siriaco, se trata de obras que se compusieron no hace miles de años lógicamente, sino mucho más cerca en el tiempo: para ser exactos entre los siglos V al IX de nuestra era, es decir, lo que suele considerarse el periodo clásico de la lengua siriaca. Pues bien, en estos casos el investigador, para poder entender lo que un autor siriaco de esos siglos quiso transmitir, ha de tener en cuenta también los factores históricos, culturales, teológicos, etc.; en definitiva, los elementos extralingüísticos que rodearon su actividad literaria. Con esto quiero decir que nos encontramos con los mismos problemas que se le puede presentar a alguien que quiere realizar un estudio histórico-crítico de una obra de la antigüedad grecolatina o de cualquier otra tradición cultural.
“El investigador, para entender lo que un autor siriaco quiso transmitir, ha de tener en cuenta también los factores históricos, culturales…”
P. ¿Qué es lo más complicado de acercarse a estos idiomas tan complejos y diferentes?
R. En mi opinión, es en el ámbito del léxico donde uno suele llevarse a veces las mayores sorpresas, debido a la diferente manera que tienen las lenguas de conceptualizar los diversos contenidos nocionales de la realidad. Veamos un ejemplo sencillo de la lengua siriaca. Es habitual que un verbo adopte múltiples sentidos dependiendo del complemento que le acompañe, de tal modo que, si leemos literalmente en un texto que “el Señor cerró su vientre”, hay que interpretar metafóricamente que “el Señor no tuvo compasión”. Del mismo modo, si leemos que “alguien cerró su mano”, cabe entender que “alguien se negó a ayudar”. Si se lee, en cambio, en un texto que “alguien tomó a otro en su mano”, puede entenderse lo contrario, es decir, que sí “lo ayudó”. A este respecto hay que decir que los diccionarios son las herramientas más útiles y eficaces para desentrañar estos misterios.
Alba Ramos Sanz
P. Mucha gente diría que las lenguas de civilizaciones que desaparecieron hace tanto no tienen gran uso práctico en la vida diaria, ¿qué dirías tú?
R. Si se mide el valor de una lengua por el uso práctico que presenta en la vida cotidiana, seguramente la primera lengua que habría que desechar sería el latín, dado que hoy día, fuera del ámbito litúrgico, no se considera una lengua viva. Sin embargo, esto supone prescindir de una parte importante de nuestra literatura, de nuestro arte, de la arquitectura que nos rodea, del derecho que nos regula y así un largo etcétera; en definitiva, a renunciar a una parte importante de lo que nos constituye como individuos y como sociedad. El que subestima las lenguas llamadas muertas basándose simplemente en un criterio de utilidad probablemente no se ha parado a pensar sobre esto que acabo de señalar.
“Si se mide el valor de una lengua por el uso práctico en la vida cotidiana, la primera lengua que habría que desechar sería el latín”
Por lo que respecta al siriaco, cabe sumar al argumento anterior el hecho meritorio de haber logrado sobrevivir hasta los tiempos actuales en diversas formas dialectales, y ello pese a todas las adversidades históricas a las que ha tenido que hacer frente: la más cercana en el tiempo, el conflicto desencadenado por el denominado Estado Islámico. De manera que, a falta de un Estado propio, para las comunidades siriacas, el ser cristiano y el ser hablante nativo de lengua siriaca ha sido y es la seña de identidad más visible en su vida cotidiana.
Daniel Arjona
P. ¿Qué es lo más sorprendente del estudio del siriaco? ¿Cómo se ha hecho para poder conocer algo tan alejado en el tiempo?
R. Pueden sorprender varias cosas al estudiar el siriaco. La más evidente tal vez sea que cuenta con tres sistemas de escritura o alifatos. Otra sería que para el investigador se abre un vasto horizonte para realizar y publicar traducciones, muchas de ellas inéditas. Sin embargo, desde el punto de vista histórico el aspecto más sorprendente, en mi opinión, es que nos encontramos ante una lengua que sirvió de puente entre la cultura helenística y la civilización islámica, pues al siriaco se tradujeron una gran cantidad de obras griegas, a las que luego fueron teniendo acceso los árabes y, por último, los europeos a lo largo de la Edad Media. Por esta razón los eruditos de lengua siríaca han recibido justamente el reconocimiento de haber servido a la conservación y transmisión del saber clásico griego, así como también de haber sido tutores y mentores de la emergente clase dirigente islámica.
“Nos encontramos ante una lengua que sirvió de puente entre la cultura helenística y la civilización islámica”
Por otra parte, el motivo que impulsa actualmente a conocer algo tan alejado en el tiempo, como la lengua siriaca, no es muy diferente del de aquellos misioneros occidentales que a finales del siglo XIX trataron de resucitar con notable éxito algunas lenguas literarias basándose en el siriaco clásico. Los resultados están a la vista, pues en la actualidad un buen número de dialectos siriacos no solo se usan como vehículo de comunicación oral, sino que su producción escrita va en aumento. A esto ha contribuido, sin duda, la presencia de medios digitales comprometidos en la promoción, estudio y preservación de la lengua siriaca, o de plataformas que desarrollan proyectos ambiciosos, como el de digitalización de manuscritos antiguos. A esto se añade una presencia cada vez mayor de la prensa digital y de los canales de televisión promovidos por las propias comunidades siriacas, y no solo aquellas que se han establecido en países occidentales por causa de la emigración o del exilio, sino también aquellas otras que residen en los pocos reductos que aún quedan en Oriente Medio. El objetivo es claro: preservar su cultura para poder pasar el testigo a las futuras generaciones.