Quién no conoce algún relato sobre una ciudad perdida en las profundidades del mar o, incluso, bajo tierra. Algunas son reales, como la que un hombre encontró en la región de Capadocia, en Turquía, durante las obras de su propia casa durante 1963. ¡Sorpresa! Otras, sin embargo, son puro producto de la imaginación. Por supuesto, eso no significa que ya estén todas las ciudades perdidas posibles descubiertas. Nada más lejos de la realidad.
Debajo de nuestro mundo quedan los cimientos de otros mundos anteriores. A encontrar vestigios de ellos se dedican precisamente los arqueólogos. No vamos aquí a convertirnos en ello sin los estudios previos que la tarea requiere, pero seguro que forma parte de tu lista de fantasías, o al menos lo formó cuando eras pequeño: descubrir una ciudad perdida puede ser un cuento y una realidad, y sea como sea es un deseo compartido. ¿A quién no le va a gustar?
Sin embargo, es evidente que no es tan fácil como ponerse a hacer obras en tu sótano. Que sí, igual sí, pero hay otras formas menos complejas para intentarlo. Así lo explica Edmund Richardson, profesor de Clásicos en la Universidad de Durham, Reino Unido, en The History Reader. “Nadie, por supuesto, va a encontrar la Atlántida. La ciudad de Platón nunca fue más que una historia”, deja claro Richardson. Lo subrayamos por si alguno aún lo piensa.
Todas las ciudades perdidas (conocidas)
No pasa nada, porque nadie conoce la ubicación de Itjtawy, que alguna vez fue la capital de Egipto, fundada en 1971 a. n.e.; o Turquoise Mountain, una ciudad afgana que fue una maravilla del mundo, destruida por el hijo de Genghis Khan; o Akkad, la capital de guerra del Imperio acadio, que gobernó Mesopotamia hace más de cuatro mil años. Por supuesto, detrás de ellas llevan décadas muchos grupos de investigadores.
“Decidir encontrar una ciudad perdida es la parte fácil. Lo que sucede a continuación, bueno, ahí es donde las cosas se complican”… y si no que se lo digan a Heinrich Schliemann. A este millonario prusiano del siglo XIX lo de convertirse en arqueólogo de la noche a la mañana le pareció estupendo. Él tenía un sueño, y como dice el dicho, fue a por él (bueno, sin obstáculos de por medio).
Lo primero que debes hacer si también quieres ir a por tu sueño de encontrar una ciudad perdida es, precisamente, no hacer lo que hizo Schliemann. Hoy es reconocido por haber descubierto la mismísima Troya de Homero. Con un pequeño detalle: más bien la destruyó.
Lo que no hacer
Como explica Richardson, cuando el hombre se dispuso a abrir paso entre el pasado y su presente, es decir, entre el suelo que pisaba y otros suelos bajo él, lo hizo con dinamita. ¿El resultado? Pues un desastre. “La antigua Troya era un sitio de muchas capas: una ciudad construida sobre otra. Schliemann estaba seguro de que las capas más antiguas eran la ciudad de Homero y atravesaba todo lo que se interponía en su camino. Desafortunadamente, las capas más antiguas de Troya resultaron ser de la edad de bronce temprana, mil años antes de que pudiera haber ocurrido cualquier Guerra de Troya histórica. Así, su técnica no fue un pequeño error”, sino lo equivalente a situar cualquier evento histórico 1000 años después de que ocurriera.
“Nadie le dice a los turistas que el palacio de Knossos que van a ver en Creta no es obra auténtica de Dédalo y sus artesanos, sino del arqueólogo que dijo haberla descubierto”
Si quieres encontrar una ciudad perdida, tampoco debes tener como ejemplo a Arthur Evans. A diferencia de Richardson, Evans sí estudió, pero parece que tampoco le sirvió de mucho hacerlo. Cada año, más de un millón de visitantes acuden a su mayor descubrimiento, el palacio de Knossos en Creta. Allí dentro, cuenta la leyenda, vive el Minotauro, esa temible criatura de la mitología griega que, mitad hombre, mitad toro, se esconde tras el laberinto imposible de Dédalo.
La gente se aproxima al lugar buscándolo, claro, pero como recuerda Richardson “nadie les dice a los turistas que el sitio no es obra de Dédalo y sus artesanos, sino de Evans”. ¿Qué? ¿Cómo? Sí, resulta que allí casi nada es original. Fue el arqueólogo y su equipo quienes lo recrearon a comienzos del siglo XX. Evans y sus hombres, explica el profesor empleando las palabras del novelista Evelyn Waugh, “templaron su celo por la reconstrucción con una predilección por las portadas de Vogue“.
Docenas de Alejandrías
Lo que hay que hacer es mirar donde nadie más está mirando. Escuchar las historias que nadie más está escuchando. Un paso más allá de la pura suerte que quien descubriera Derinkuyu, ponerse a ello con la idea de llegar a algún resultado se aproxima bastante. En el invierno de 1833, un tal Charles Masson (el cantante no) vagaba por los mercados de Kabul, Afganistán, escuchando. Estaba buscando una ciudad que había desaparecido hace más de mil años: Alejandría Bajo las Montañas.
El relato oral decía que Alejandro Magno la había fundado a las afueras de la ciudad, en el año 329 a.n.e. “Todo el mundo conoce la Alejandría en Egipto, pero una vez hubo docenas de Alejandrías esparcidas por el imperio de Alejandro. Alejandría Bajo las Montañas floreció durante siglos: fue la encrucijada del mundo antiguo, donde se reunían los artistas griegos, los comerciantes chinos y los eruditos indios. Luego, desapareció”, explica Richardson.
Los ecos resonaron en otro mercado, el de la ciudad de Bagram. Allí se habían encontrado monedas que nadie podía leer. Contenían símbolos desconocidos que parecían conducir claramente a una leyenda certera. “Sabía que esto podría ser una señal de que algo mucho más grande, tal vez incluso la ciudad de Alejandro, se escondía más debajo de la superficie del suelo. En la primavera de 1833, Masson salió de Kabul a Bagram para ver si las historias eran ciertas. Masson no tenía forma de saberlo, pero se estaba metiendo en una de las historias más increíbles de la historia”.
Quién no conoce algún relato sobre una ciudad perdida en las profundidades del mar o, incluso, bajo tierra. Algunas son reales, como la que un hombre encontró en la región de Capadocia, en Turquía, durante las obras de su propia casa durante 1963. ¡Sorpresa! Otras, sin embargo, son puro producto de la imaginación. Por supuesto, eso no significa que ya estén todas las ciudades perdidas posibles descubiertas. Nada más lejos de la realidad.