Steve Jobs siempre dominó el arte de encantar al público en sus actuaciones y de levantar muchas expectativas. Y así lo demostró cuando en 1997 regresó a Apple, que atravesaba uno de sus peores momentos debido a años de mala gestión y al imperio de Microsoft. Jobs tomó el control de la compañía aprovechando el vacío de poder, sin más apoyo que su autoridad moral y el respeto que provocaba. Apple se encontraba literalmente a dos meses de la bancarrota, pero Jobs tenía un plan. En solo unos años, logró dar un vuelco a la empresa y, a principios de la década de 2000, Apple estaba produciendo un producto exitoso tras otro.
Su principal mérito fue lograr que la tecnología resultara accesible para todos, si no en precio, sí al menos en facilidad de uso. ¿Fue un ilusionista? ¿Usaba trucos de mago? Aunque suene disparatado, Bill Gates ha asegurado recientemente que Jobs era un gran maestro en lanzar hechizos que mantuviesen motivados a sus empleados. Son declaraciones que ha hecho el cofundador de Microsoft en el programa GPS Fareed Zakaria de CNN en el que habló de liderazgo y empleo: «Era como un mago menor. Lanzaba hechizos y veías gente hipnotizada. No fue así conmigo, los hechizos no funcionan conmigo».
Misterioso poder de persuasión
Realmente, lo que ha querido decir Gates es que parecía que tenía la extraña habilidad de persuadir a las personas de cualquier cosa. Jobs entendía su poder de persuasión como su campo propio de distorsión de la realidad. Era algo así como una capacidad para convencerse a sí mismo y a los demás de lo que fuese. Mezclaba para ello, según el cofundador de Microsoft, valentía, hipérbole, marketing, calma y persistencia. Pero también pudo usar el campo de distorsión de la realidad para apropiarse de ideas ajenas, a veces proponiendo una idea a su auténtico creador después de habérsela descartado siete días antes.
El principio de distorsión de la realidad se ha extendido en el ámbito industrial a otros líderes y empresarios que tratan de convencer a sus empleados para comprometerse apasionadamente con el proyectos sin que importe demasiado el producto o las fuerzas competitivas. Se dice, por ejemplo, que Donald Trump se apropió de este término durante su campaña presidencial de 2016. El caso es que en su discurso, Gates no solo ha calificado a Jobs de hechicero, también ha dicho que a veces se comportaba como un verdadero imbécil, aunque reconoce que trajo algunas cosas increíblemente positivas y que, a día de hoy, no ha conocido a nadie que pueda competir con él en términos de selección de talento, capacidad para motivar ese talento y sentido del diseño.