Azafrán, jengibre, clavo, granos de pimienta y almendras… Todas estas especias imprescindibles hoy en tu cocina también fueron alguna vez un símbolo poderoso, pequeñas reliquias para el paladar y el bolsillo, tesoros que llevar a otras tierras en cualquier intento de demostrar abundancia, derroche y, en definitiva, riqueza. Las especias fueron dinero, en otras palabras. A través de su rastro, la historia también se describe en cualquier parte del mundo. Sin embargo, hay un punto geográfico donde esta historia se adereza por sorpresa.
Nos encontramos en el extremo sur de Suecia, no muy lejos del condado de Ronneby. Aquí, a orillas del Mar Báltico, se encuentra una pequeña isla redondeada y salvaje llamada Stora Ekon. Sus tierras las habitan los pinos, las ovejas y algunas pocas personas. No hay edificaciones más allá de cuatro o cinco cabañas salpicadas en la zona norte de la isla. De hecho, la parte baja dificulta bastante cualquier movimiento: su topografía se vuelve tan rocosa que es una de los cientos de fortalezas naturales que protegen la costa de las tormentas. Durante siglos, este lugar fue un punto de anclaje popular, pero ahora las aguas suelen permanecer tranquilas.
De pronto, en mayo de 2021, la tranquilidad dio paso a otro espectáculo: un espectacular “castillo flotante” emergió de las profundidades y asomó como si de otra nueva isla se tratara. Hasta allí se desplazaron decenas de buzos y arqueólogos, porque lo que el agua dejaba ver ofrecía las pistas suficientes para creer que aquello era un naufragio como pocos.
Un barco para reunificar reinos
Efectivamente, se trataba de un barco, pero no un barco cualquiera. En su momento, recibió el nombre de Gribshunden. Era el mismísimo buque del rey Juan I (Hans) de Dinamarca y Noruega allá por los años que vieron finalizar la Edad Media y dieron comienzo a la Edad Moderna. Y te preguntarás: ¿Qué tienen que ver las especias con todo esto?
Resulta que el navío, que durante siglos se consideró destruido, se ha conservado tan bien que en su interior las especias seguían intactas. Pero vayamos por partes: el Gribshunden fue, en concreto, el barco que transportó al rey a a un escuadrón acompañante de cortesanos, nobles y soldados desde Copenhague a una cumbre política en Kalmar, Suecia. Era 1495, y con aquel viaje, Juan esperaba que el Consejo Sueco lo eligiera de nuevo rey de Suecia con la ambición de reunificar la región nórdica bajo una sola corona.
En 1456, Juan había sido nombrado heredero de la corona de Dinamarca, y en 1458 de Noruega y Suecia. Así, con la muerte de su padre en 1481, se convirtió, sin oposición, en el nuevo rey de Dinamarca, y a principios de 1483, tras una reunión en Halmstad, también se erigió en rey de Noruega. Llegado 1483, fue coronado primero en Copenhague y después en Trondheim, y el 7 de septiembre de aquel mismo año se reunió con el Consejo sueco en la ciudad Kalmar, donde también fue elegido rey de Suecia. Sin embargo, en este último país, al por entonces regente Sten Sure no le gustó la idea, y logró retardar durante 14 años el ascenso del nuevo monarca.
Un misterioso incendio
Tras varios intentos, en el verano de 1495 se dispuso a negociar con el líder sueco, pero esta vez reuniendo todo un arsenal, no de guerra, sino de despampanante poderío sabroso. Quería que Sten Sure se quedara boquiabierto, vamos. De esta forma, convencerían a la delegación sueca de aceptar su gobierno. Para ello, entre sus mejores gentes ilustres, también iban a bordo armas de pólvora, obras de arte y todo tipo de delicias.
Para cuando el barco echó su ancla, un miterioso incendio lo hizo desaparecer. Las fuentes escritas incluyen el registro de una explosión, pero nunca hallaron los orígenes de aquellas llamas frente a Stora Ekön. En ese momento, el rey no estaba a bordo, apunta la periodista Line Sidonie Talla Mafotsing en Atlas Obscura. Pero muchos tripulantes sí lo estaban, y por supuesto todos los bienes mencionados. “Aunque se desconoce el número exacto de muertos, muchos de los 150 tripulantes estaban a bordo cuando el barco se hundió hasta el fondo del Báltico con su preciado cargamento. A pesar de la pérdida de su barco, Juan continuó su viaje a Kalmar, donde desafortunadamente nunca se reunió con Sten Sture. Dos años más tarde, en octubre de 1497, Hans derrotó a Sten Sture en la batalla de Rotebro. Luego pasó a gobernar Suecia brevemente, hasta que renunció a él como rey en 1501″, dice Mafotsing.
Según explica Jo Merchant en un artículo para Smithsonian, la historia del Gribshunden se conserva en varias “Crónicas”, historias narrativas escritas en el norte de Europa en el siglo XVI, y en el relato de un testigo presencial de un joven noble que sobrevivió al desastre. “Los relatos describen cómo el rey navegó hacia el este desde Copenhague en el verano de 1495 hacia Kalmar, Suecia, para asistir a una cumbre política. Europa estaba entonces emergiendo de la Edad Media al Renacimiento. Duques y reyes gobernaban desde castillos gigantes, y el guardarropa de cada noble incluía una armadura. En Italia, Leonardo da Vinci estaba comenzando a trabajar en La Última Cena. En Polonia, Nicolás Copérnico comenzaba sus estudios de astronomía”.
Restos orgánicos únicos
En los años setenta del siglo pasado, la presencia de este naufragio ya era conocida en la zona. De hecho, algunos buzos locales se encontraron con vigas que sobresalían del agua en el verano de 1971, pero en ese momento no le dieron mucha importancia histórica, más allá de quedarse con unas bolas de plomo que encontraron cerca como recuerdos. Treinta años después, en 2001, por fin un buzo alertó a un grupo de arqueólogos después de encontrar extraños troncos ahuecados que descansaban en el lecho marino: vagones, se dieron cuenta los investigadores, que alguna vez sostuvieron cañones. No, no era un barco de pesca cualquiera. Tampoco se trataba de un buque mercantil. Era un buque de guerra centenario como nunca antes se había hallado.
Para 2021, el proyecto de investigación en torno a él estaba preparado. Ahora sí, numerosos expertos se dieron cita en la isla para poner en marcha un programa de trabajo bajo el mar. Entre ellos, Brendan Foley, arqueólogo de la Universidad de Lund en Suecia, y su jefe de seguridad, Phil Short. El sitio ya había sido mapeado unos años antes y algunos artefactos rescatados, pero lo primero con lo que se toparon elevó todas las expectativas. Allí quedaba un conjunto diverso de materiales vegetales, incluidos aromas exóticos sin precedentes arqueológicos en la región nórdica: azafrán, clavo y jengibre, granos de pimienta, mostaza, alcaravea, eneldo, frambuesa y mora, pepino, uva, almendras y avellanas. No iban con las manos vacías, desde luego.
“El conjunto de provisiones y especias exóticas del Gribshunden es el único ejemplo arqueológico conocido de una despensa real medieval sustancialmente completa”
Lo significativo de este descubrimiento es que la preservación de dichos restos orgánicos es única hasta la fecha. Según recoge el estudio final, “el conjunto de provisiones y especias exóticas del Gribshunden es el único ejemplo arqueológico conocido de una despensa real medieval sustancialmente completa. Los datos arqueobotánicos y el contexto de los hallazgos botánicos brindan una visión incomparable del funcionamiento de la corte real nórdica de finales de la Edad Media, con todos los significantes culturales y sociales de la élite: cómo se comportaban el monarca y la nobleza, qué comían, cómo preparaban sus alimentos. Esto permite la discusión del consumo de la élite medieval y la diferenciación social de las formas de alimentación”.
¿Y cómo es posible que haya sobrevivido tan bien durante tantos siglos? Pues gracias a las excepcionales condiciones ambientales del Mar Báltico. Esta gran masa de agua es bien conocida por preservar material arqueológico, particularmente naufragios de madera debido a la baja salinidad y a las bajas temperaturas, que impiden, entre otras cosas, la propagación del gusano de barco Teredo Navalis que se alimenta de madera.
Resulta curioso, también, que el Gribshunden coincidiera en espacio y tiempo con los grandes españoles como los que utilizó Cristóbal Colón. Ningún ejemplo de estos “barcos de descubrimiento”, como se les conoce, se había encontrado tan intacto. Por si fuera poco, el uso de algunas de las especias que llevaba a bordo en el norte de Europa solo se conocía a partir de fuentes escritas medievales. Ahora, la colección de especias Gribshunden representa los primeros ejemplos arqueológicos de varios de estos artículos de lujo en la región del Báltico y en el norte de Europa.
Azafrán, jengibre, clavo, granos de pimienta y almendras… Todas estas especias imprescindibles hoy en tu cocina también fueron alguna vez un símbolo poderoso, pequeñas reliquias para el paladar y el bolsillo, tesoros que llevar a otras tierras en cualquier intento de demostrar abundancia, derroche y, en definitiva, riqueza. Las especias fueron dinero, en otras palabras. A través de su rastro, la historia también se describe en cualquier parte del mundo. Sin embargo, hay un punto geográfico donde esta historia se adereza por sorpresa.