En su blog, este programador ha relatado algo que muchos se venían venir debido a la llegada de la inteligencia artificial al sector de los desarrolladores. Pese a resulta de gran ayuda y, en cierta forma aligerar su trabajo diario, este ha visto como, poco a poco, sus capacidades como programador han ido mermando por completo.
Tal y como explica, en sus primeros usos, la IA parecía una buena mano derecha que corregía errores de sintaxis, generaba trozos repetitivos de código HTML o TypeScript, hacía comentarios generales sobre posibles mejoras. No era perfecto, pero sí muy bueno y útil para tareas pequeñas.
La verdadera ‘magia’ llegó cuando le pidió a la IA que desarrollara un módulo completo para procesar imágenes dentro de un CMS que estaba construyendo. En 30 minutos, la herramienta generó unas 200 líneas de código, listas para funcionar. Lo que le habría tomado horas, la IA lo hizo en tiempo récord, por lo que ya te puedes imaginar la sensación de este programador al haberle quitado todo ese trabajo.
Durante un rato comenta que sintió que había encontrado la fórmula para ser más eficiente que nunca. Si podía montar un módulo entero así de rápido, por qué no dejar que la IA hiciera gran parte del trabajo.
La ilusión por la IA se fue rápido al ver todos los fallos que su código tenía
El problema ahora viene cuando comenzaron los errores. El código, aunque es cierto que funcionaba, estaba lleno de partes genéricas, funciones duplicadas y apenas incluía controles de errores. Nada de validaciones con solidez, mensajes claros de fallo o protección contra usos indebidos.
Pensando que podía ser algo puntual, le pidió a la propia IA que le echara un ojo al módulo… y ahí saltaron todas las alarmas, encontrando vulnerabilidades graves como la posibilidad de sobrescribir archivos importantes, aceptar tipos de archivo peligrosos o no poner límites al tamaño de lo que se subía. Básicamente, cualquier atacante mínimamente con algo de experiencia podría explotarlo.
Pero lo peor de todo y lo que más le sorprendió fue darse cuenta de que se sentía perdido a la hora de corregir esos fallos. Como no había escrito el código él mismo, no entendía del todo la lógica ni las decisiones detrás de cada línea. Le resultaba totalmente imposible dar una nueva forma a todo esto.
El resultado, tal y como explica, fue entrar en un bucle de pedir cambios a la IA, recibir nuevas versiones, corregir un fallo pero que saliese otro, y así una y otra vez. Al final, tuvo que tirar de su propio conocimiento para rehacer partes por completo. En resumidas cuentas, le tomó casi el doble de tiempo que si lo hubiese hecho él desde un principio.
“No creo que la IA me quite el trabajo pronto, porque es más inteligente y productiva que yo. Tampoco creo que me haga diez veces más productivo. Si pierdo mi trabajo por culpa de la IA, será porque la usé tanto que me volvió perezoso y estúpido, hasta el punto de que otra persona tendría que reemplazarme y me volvería inempleable”, comenta en el blog.
Expertos ponen el grito del cielo por culpa de la IA: “Nos está atrofiando el cerebro”
Esta no es la primera vez que alguien da la voz de alarma al respecto y hace unos meses una experta en IA comentaba a La Vanguardia lo realmente peligroso que es esto y los que está provocando en nuestro cerebro.
Según ella, el uso excesivo de estas herramientas no solo nos hace dependientes, sino que también reduce nuestra capacidad para articular ideas, resolver problemas y tomar decisiones. Y no es solo una teoría: cada vez hay más estudios que respaldan esta preocupación.
La experta lo explicaba así: “La IA es como una muleta. Si la usas todo el tiempo, tus músculos se debilitan”. Y tiene razón. Cuando se depende demasiado de estas herramientas, se pierde la capacidad de pensar de forma crítica y de resolver problemas.
Otro ejemplo claro es el lenguaje. Cada vez más personas usan IA para redactar textos, desde correos electrónicos hasta informes. Pero, ¿qué pasa cuando necesitas escribir algo sin ayuda? Muchos se quedan en blanco, sin saber por dónde empezar. La IA está provocando que muchos pierdan práctica en algo tan básico como comunicarse.
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